Texto de Gastón Baquero, Diario de la Marina, 19.4.1959

Al iniciar un viaje que por muchos motivos puede denominarse
de vacaciones, consideramos obligado ofrecer a los lectores amigos
los otros se lo explican todo a su manera algunas consideraciones sobre la actitud de este columnista antes y después del 1º de Enero.
Veníamos
en silencio, sin escribir, desde la aparición de la censura. Meses y
meses previos al desenlace de una etapa histórica, nos vieron callados, y
posiblemente interpretados por algunos frívolos o por algunos ciegos
apasionados como indiferentes a un dolor patrio o como partícipes de la
mentalidad y ejecutoria que producía esos dolores. A cada cual su
juicio, su interpretación, su creencia, que sólo puede modificarla el
tiempo. Es inútil razonar contra los prejuicios.
Las personas de
nuestra manera de pensar nos veíamos cada día más arrojadas a un
callejón sin salida. Estábamos contra el crimen y la violencia, pero no
podíamos irnos con la revolución. Comprendíamos que ya la tragedia
cubana avanzaba con violencia arrasadora y que no tenía nada que hacer
la voz del periodista, y menos si éste pertenecía a la ideología
conservadora. Se habían gastado las palabras persuasivas, los
llamamientos al cese de la lucha, las apelaciones a buscar una salida
incruenta. La palabra pertenecía a las armas, que no se han hecho para
propiciar el entendimiento. A quienes no podíamos ni aplaudir lo que
ocurría, ni dar por bueno lo que venía, no nos quedaba otra postura que
la del silencio. Y al silencio fuimos.
Los tiempos cubanos, como
los de casi todos los países en esta hora del mundo, se inclinaban
visiblemente hacia las soluciones extremas. Muchos creían que se gestaba
simplemente la caída del gobierno con su reemplazo por otro mejor, pero
adscrito en definitiva a una línea jurídica, económica, social,
política, dentro de una tradición inaugurada en la Carta Magna de 1940.
Quienes veíamos que la nueva generación iba mucho más allá, y propugnaba
una revolución y no un simple cambio de gobernantes abogábamos, por no
tener fe en las revoluciones, por salidas de otro tipo, que eliminaran
el gobierno malo, pero que no abrieran la terrible incógnita de una
revolución social siempre más radical y profunda de lo que ¨afortunada o
desdichadamente¨ Cuba puede y debe intentar en esta hora.
¿Y por
qué no tenemos fe en las revoluciones? No es porque ellas produzcan
trastornos, lesionen intereses, vuelquen las costumbres. No tenemos fe
en ellas porque siempre se fijan tareas que requerirían la asistencia de
grandes genios, la milagrosa autoridad de ángeles y santos para cambiar
de la noche a la mañana la naturaleza humana. Las revoluciones quieren
hacer por decreto que en un instante se precipite el progreso, y nazca
el hombre nuevo y surja por encanto la ciudad soñada. Su gran paradoja
consiste en que no quiere dar al tiempo lo que es del tiempo, ni al
hombre lo que es del hombre, sino que intenta saltar, a pies juntillas,
por encima del tiempo y del hombre para llegar de una vez a la meta
teóricamente fijada. Provocan sufrimientos y conmociones que alteran a
fondo y por mucho tiempo el desarrollo normal y seguro, el avance lógico
y humano hacia el mejoramiento constante de las formas de vida. Quiere
la perfección de la noche a la mañana y es en definitiva una noble pero
trágica terquedad ideológica, soberbia intelectual, que quiere
desconocer la naturaleza humana y piensa que las grandes ideas, el afán
por la justicia, la sed de verdad, no han aparecido en el mundo porque a
éste le han faltado revolucionarios. La historia muestra que los
revolucionarios han contribuido como nadie a la aparición de nuevas
ideas, de mejoramiento y de justicia, pero que los revolucionarios,
cuando triunfa

n,
ya no saben sino saltar hacia el porvenir, de un golpe, ignorando la
dura materia del tiempo y la fuerte resistencia del hombre. Mientras no
llegan al poder son un bien, pues traen el fermento de la inquietud y el
aguijón del progreso.
(Gastón Baquero en su Exilio en Madrid)
El
progreso cubano culminó, como se sabe, en la fuga del dictador, en la
impotencia de la junta militar, y en el ascenso al poder de la juventud
partidaria de la revolución. Los caracteres ideológicos de ésta no
fueron nunca disfrazados por sus dirigentes. En el manifiesto dado por
el Dr. Fidel Castro en diciembre de 1957, al desembarcar en Cuba, están
contenidas todas las ideas que hoy se van convirtiendo en leyes. (Nota
de Mons. Carlos M. de Céspedes: el desembarco del Granma tuvo lugar el 2
de diciembre de 1956, no de 1957; a qué manifiesto se está refiriendo
Gastón, ¿no será acaso a La Historia me absolverá, manifiesto
pronunciado por el Dr. Fidel Castro en el juicio por el asalto al
Cuartel Moncada y al Cuartel Carlos Manuel de Céspedes, en 1953?). Si
algún capitalista se engañó, fue porque quiso; si algún propietario
pensó que todo terminaría al caer el régimen, pensó mal, porque
claramente se le dijo por el Dr. Castro que todo comenzaría al caer el
régimen; y si alguna persona alérgica a las grandes conmociones
económicas y sociales siguió y ayudó al Movimiento, creyendo que éste
venía solamente
a tumbar a Batista,
pero no a cambiar costumbres muy arraigadas en la organización
económica y social, se equivocaron totalmente o no leyó con atención
aquel manifiesto. El Dr. Castro no ha engañado a nadie, aunque mucha
gente conservadora y enemiga de las convulsiones le siguieron sin
preguntarse detenidamente hacia donde la llevaban.
Y como este
columnista no fue ni es partidario de las revoluciones, ni de las
transformaciones violentas de la estructura social (lo que no quiere
decir que permanezca indiferente ante los males y renuncie a la
superación de estos por medios que le parecen menos dañinos y más
duraderos), no creyó nunca que se debió abandonar los esfuerzos para
poner fin pacífico y no revolucionario a los horrores que Cuba padecía.
Por supuesto que esta idea no sólo fue derrotada por los hechos l
o que es mortal para una idea sino que se prestó y se presta a las interpretaciones más agresivas y mortificantes sobre el origen de la actitud.
Al
triunfar la revolución no faltaron los atolondrados que seguían
creyendo que por haber sido más o menos antibatistianos eran ya
suficientemente revolucionarios. No veían que el 1º de enero, volado ya
el posible puente de una junta militar d
elicia de los que querían dinamitar la casa, pero sin derribar las paredes ni el techo,
Cuba entraba a vivir una etapa histórica absolutamente distinta. Esta
etapa iba a requerir una nueva mentalidad en las clases, en los
ciudadanos, en el Estado, en las costumbres, pero muy pocos lo
sospechaban.
Al principio, todo fue júbilo. La caída de una
dictadura que cometió tan terribles errores y realizó tantos horrores,
fue ocasión justificada para el desbordamiento oceánico de alegría pura y
sincera, sin diferencia de clases ni de individuos. Todos eran felices
porque había caído la tiranía; pero muchos no sospechaban siquiera que
recibían entre palmas una revolución social. Ya de Batista estaban hasta
la coronilla los más tenaces batistianos. El río de sangre, la
inseguridad para la vida y la propiedad, la censura de prensa, el
imperio del terror como norma de gobierno, habían llegado a sensibilizar
hasta a los reacios al dolor ajeno. Cuba había apurado el límite de la
resistencia física y de la resistencia moral. De todos sus sufrimientos
parecía librarse, en jubilosa catarsis, cuando ofrecía enardecida a los
revolucionarios victoriosos el laurel de la gratitud y el aplauso de la
admiración. Y como en 1902, como en 1933, como en 1944, el pueblo cubano
se dispuso a iniciar de nuevo el camino hacia la honradez
administrativa, la libertad ciudadana, el respeto a los derechos, la
desaparición de los privilegios, y la vida reglada por la paz, la
cultura y el progreso.
¿Cuál era la actitud correcta de quienes
no creímos en la revolución y no hicimos por ella nada, aunque tampoco
hicimos, en conciencia, nada contra ella? A nuestro juicio, lo decoroso,
lo justo, era el silencio. Fácil nos hubiera sido, de quererlo, y pese
al riesgo de esa burla, presentarnos en pose demagógica, arrojando
flores al paso de los vencedores. ¿No es esto lo usual?¿ No hemos
presenciado el desfile ignominioso de los
incorporados, de los revolucionarios del 2 de Enero, de los
radicales
que no tienen mucho que perder y de los conservadores y hasta
reaccionarios disfrazados de dantones? Quienes comprendimos que el 1º de
Enero se iniciaba en Cuba una etapa de gran conmoción social, de
renovación que iba mucho más allá de lo imaginado por tantos y tantos
que confunden revolución con antibatistismo y sentíamos que esas nuevas
ideas triunfantes no eran las nuestras, no podíamos hacer otra cosa que
callarnos y dejar que la revolución misma se abriese paso entre las
clases sociales, perfilando su real fisonomía y declarando paladinamente
a quienes aún vivían engañados cuáles eran sus verdaderas proyecciones.
Ahora nos encontramos en el ápice del despertar. Aquella señora que
compró sus bonitos del 26,
no soñó que la revolución le iba a rebajar el 50% de sus rentas por
alquileres; aquel industrial que por ideología o por miedo abrió sus
arcas, creyó que tenía adquiridos títulos revolucionarios y subsiguiente
influencia; aquel sacerdote que hizo de su sotana un manto de piedad
para salvar vidas de jóvenes acosados y de su Iglesia un centro de
conspiración, creyó que se tendría en cuenta su filosofía de la sociedad
y de la vida. Cuantas ilusiones, esperanzas, elucubraciones y cálculos
han fallado. Pues llegó la revolución de veras, radical, inflexible, sin
compromiso ante sus ojos y anhelosa de llevar a cabo un enorme cambio,
un programa descomunal de contenido económico y social, que ha venido
gestándose en la mente de los cubanos revolucionarios desde los mismos
años inaugurales de la República. Llegó la revolución en la que no
tienen cabida el perdón de los errores, el pensamiento conservador, la
doctrina tradicionalista ni el conformismo acomodaticio que, es cierto,
ha frustrado tantas esperanzas del cubano.
Al chocar frente a
frente con la realidad, muchos se han asustado. No sabían que una
revolución era así. Pues así, y más, son las revoluciones. Por eso ante
ellas, quienes no tenemos vocación política y no nos inclinamos a
participar en
movimientos contrarrevolucionarios por mucho que la revolución nos persiga,
no sabemos hacer otra cosa que ponernos al margen, dejar pasar el
poderoso torrente y desear, sin el menor resentimiento, que triunfe y se
consolide cuanto sea bueno para Cuba, y que se disuelva rápidamente en
el vacío cuanto pueda ser un mal para esta tierra de la cual pueden
incluso hasta arrojarnos, pero no pueden impedir que la amemos con la
misma pasión que pueda amarla el más revolucionario de sus hijos.
Al
iniciar este viaje, lector, dejamos en manos de nuestro querido
Director y amigo, José Ignacio Rivero, hombre cristiano, hombre de
carácter, nuestro cargo en el DIARIO DE LA MARINA, de Jefe de Redacción,
que tanta honra nos deja para siempre. Comprendemos que hay momentos en
los cuales pueden ser confundidas, con daño para lo que más importa
que es el DIARIO,
las actitudes personales, las ideas propias, con las actitudes del
periódico. En medio de la pasión, del asombro de las clases, del choque
ideológico inesperado, tiene por ahora poco que hacer un periodista
verticalmente conservador, un derechista en tiempos de derrota para las
derechas. Cabe la adaptación sinuosa, o cabe el combate. Aquella es lo
innoble y éste es lo absurdo. Desde lejos hablaremos, en tanto Dios
provea otra cosa si nos da venia para ello el Director y si no se oponen
ciertos defensores de la libertad de pensamiento¨, de otras tierras, de
otros cielos, de otros personajes. Posiblemente, con toda posibilidad,
volveremos de un modo o de otro a defender aquellas ideas en las cuales
creemos sobre la sociedad, la economía, las relaciones humanas, la
libertad frente al comunismo esclavizador, ideas de las que nos sentimos
orgullosos, por maltratadas, incomprendidas y vilipendiadas que hoy se
hallen. El mundo las necesita, aunque no quiera verlo. El miedo a
defender las ideas que van contra la corriente o que son estigmatizadas
como nocivas, es la mayor de las cobardías. Vale más morir junto a una
idea vencida, en la cual se cree todavía, que uncirse al primer carro
victorioso que pasa, renunciando a tener ideas, a defender una
ideología, a proclamar la visión propia y sincera que se tiene de los
hombres y del mundo.
*****************
Tomado de
http://www.islaternura.comSOLEDAD DE GASTÓN BAQUEROPor Jesús Díaz

Quizá
la soledad sea la circunstancia esencial del poeta; no me parece
gratuito que la tradición haya querido hacer de Homero un ciego. Hay,
sin embargo, casos en los que la procesión solitaria transcurre
exclusivamente dentro del tuétano del creador, como asfixiada por la
fama que atruena desde fuera y que puede ser letal para la poesía.
Pienso en Rubén Darío, en lo mucho que de perecedero indujeron en su
obra los laureles, encargos y aplausos recibidos en la marcha triunfal
que fue su vida, por contraste con la fuente nostálgica y solitaria que
le permitió evocar para siempre a un simple buey visto en la niñez. Hay,
también, casos en los que la soledad interior resulta fecundada por un
frío llegado de afuera; un frío biográfico que en casos extremos se pega
al pellejo del poeta como una sombra o un perro y llega a adquirir los
rostros terribles de la marginación, la cárcel, la emigración y el
hambre. Tal es el caso de César Vallejo, a mi juicio el más grande poeta
de la lengua española desde el Siglo de Oro. Gastón Baquero supo de
ambas cosas, de la miel y el acíbar, en grado tan extremo que muy bien
pudiera decirse que vivió dos vidas, o bien una sola partida en dos
mitades contrapuestas por el rayo terrible de la revolución cubana.
Nació en 1918, en Banes, una pequeña ciudad del extremo oriental de
Cuba, y vivió acunado por el calor y la sensualidad de la isla durante
41 años, en los que llegó a obtener el bienestar y el éxito. Desde 1959,
y durante otros 38 años, vivió en la soledad del exilio en Madrid,
donde acaba de morir el mes pasado. Estamos, pues, ante un desequilibrio
vital tan desgarrador, asombroso y perfecto como su excepcional obra
poética.
Baquero nació con todas las de perder. Era negro,
homosexual, pobre y poeta en una Cuba, como cualquier país racista,
machista y clasista, donde la poesía era oficio de locos. Sólo una
inteligencia y un carácter absolutamente excepcionales como los suyos le
permitieron imponerse a aquel medio y alcanzar éxito y reconocimiento
en su condición de periodista. En efecto, llegó a ser una personalidad
clave, jefe de redacción y de hecho director en la sombra nada menos que
del Diario de la Marina, un periódico extraordinariamente conservador e
influyente, decano de la prensa cubana durante la época colonial y la
Primera República (1902-1959).
Pero también, y sobre todo,
Baquero era poeta. Y resultaba de algún modo inevitable que en sus
primeros años habaneros topase con la imantación todavía casi secreta de
la obra y la persona de José Lezama Lima. Desde entonces, su nombre
está indisolublemente asociado a la generación de Orígenes, uno de los
coros de solistas más extraordinarios de

cuantos han escrito nunca en nuestra lengua, integrado por el propio
Lezama, Eliseo Diego, Cintio Vitier y Fina García Marruz, entre otros.
Sin embargo, y pese a que siempre fue parte de ese grupo excepcional, lo
cierto es que Baquero publicó un solo poema en Orígenes, justamente en
el número 1; casi nada si tenemos en cuenta que la revista nos dio 34
entregas a lo largo de 10 años de heroísmo.
(Gastón Baquero)
Durante
su vida en Cuba, Baquero publicó apenas dos cuadernos de poesía, Poemas
y Saúl sobre su espada, ambos en 1942. Después, y durante unos
interminables 18 años, calló como poeta. Es un hecho asombroso, sobre
todo si tenemos en cuenta la radical calidad de su obra inicial.
Adelanto una hipótesis que quizá podría contribuir a explicarlo.
Baquero, al igual que los origenistas, concebía el cultivo de la poesía
como un acto de entrega total, como una religión que no podía
compartirse con otro menester tan acuciante como el de su
responsabilidad en el Diario de la Marina. Optó por lo segundo, y nos
dejó en herencia una colección de artículos periodísticos a la que los
cubanos tendremos que volver la mirada, agradecidos, cuando vuelva a
haber prensa en nuestro país.
En 1959, con el triunfo de la
revolución cubana, Baquero marchó al exilio; su vida se fracturó como
después empezaría a fracturarse Cuba. Sólo la poesía puede ayudarnos a
imaginar cuánto debe haber sufrido, qué solo debe haberse quedado este
cubano, negro por más señas, durante los largos años en los que la
revolución concitó el fervor y la adhesión del mundo, y él estaba en
contra y vivía lejos de Cuba, pobre, aislado e ignorado en el sotabanco
del número 5 de la calle de Antonio Acuña, en Madrid. «Hay golpes en la
vida tan fuertes», escribió Vallejo, «golpes como del odio de Dios, /
como si ante ellos / la resaca de todo lo sufrido se empozara en el
alma». Así de brutal debe haber sido el golpe que entonces recibió
Gastón Baquero.
Eso habría bastado para matar a cualquiera. Al
poeta Gastón Baquero, sin embargo, lo hizo renacer. En el pórtico de un
luminoso ensayo, La poesía como reconstrucción de los dioses y del
mundo, escrito ya en España, cifró su situación vital con una cita de
Martin Heidegger: «Cuando el poeta queda consigo mismo en la suprema
soledad de su destino, entonces elabora la verdad como representante
verdadero de su pueblo». Ésa fue su hazaña. La llevó a cabo en unos
pocos libros escritos y publicados en su exilio español con la soledad
como inseparable compañera y maestra. En 1993, a propósito de un fugaz y
único contacto sostenido en Madrid con Eliseo Diego -que ha sido
narrado con pudorosa ternura por la hija de éste en el número 3 de la
revista Encuentro de la Cultura Cubana -, Baquero le escribió a Diego,
refiriéndose al grupo de Orígenes: «Yo viví en un mundo y cerca de unas
personas que no volveré a ver. No es, compréndanlo, que no quiera volver
a ustedes, es que no quiero volver al pasado (...). Yo no vivo, floto.
Dije: 'Ya no vivo en España. / Ahora vivo en una isla. / En una isla /
llamada soledad».
Soledad, quizá la mejor metáfora de una Cuba
rota. Siempre desde ella, la obra de Baquero va ascendiendo hasta
culminar en la cima de su último libro, publicado por Verbum en 1991,
reveladora e irónicamente titulado Poemas invisibles. En esa obra
maestra dialoga con el universo, pero la dedica «A los muchachos y
muchachas nacidos con pasión por la poesía en cualquier sitio de la
plural geografía de Cuba, la de dentro de la isla y la de fuera de
ella». Consecuente con esa mirada, en 1994 Baquero participó, defendió e
impulsó, contra el doble boicoteo del Gobierno castrista y de los
sectores más enconados del exilio, el encuentro de poetas cubanos del
interior y del exterior, que tuvo lugar en Madrid bajo el título de La
isla entera. En 1996 apoyó con todo el peso de su autoridad, y contra el
mismo fuego cruzado del odio, la aparición de la revista Encuentro de
la Cultura Cubana; quienes la hacemos y tuvimos el privilegio de
dedicarle en vida un homenaje se lo agradeceremos siempre.
Esa
actitud es un acto esencial de generosidad presente también en Poemas
invisibles. Aquí, Baquero se hermana con su numen poético profundo.
Contra lo que se dice y se repite, éste no fue Lezama, sino el sufridor
por excelencia, el solísimo, el que llevó la poesía de nuestra lengua al
tuétano, César Vallejo. «Algo de indio reconcentrado, algo de lenta
introspección, de amargura, de protesta ante el misterio y el
aporreamiento constante que la vida da», escribió Baquero, «presta a
Vallejo un carácter de abogado defensor de la pobreza humana, de la
fatalidad, de la tremenda y desequilibrada relación entre la pequeñez y
condena del hombre y la potencia de lo Supremo».
Quiso el destino
que ambos espíritus gozaran de una estremecedora contigüidad. En la
espléndida evocación titulada Oye, mira: esos pasos son los de él,
Baquero nos dice: «Ocurre que soy vecino de Vallejo, aquí en Madrid.
Vivió en el 4 de la calle Antonio Acuña, el obispo degollado por los
borgoñeses, y yo vivo en el 5». El cubano escuchó indudablemente los
pasos del peruano y contó esa experiencia de dos maneras: «Va y viene en
la noche de los Andes a Madrid, de Madrid a la sierra peruana», dijo en
la crónica citada. Luego, convirtió a Vallejo en el protagonista
secreto de su poema El viajero, que como si fuera el resucitado por la
humanidad del poema vallejiano Masa, en el de Baquero «... echó a andar
sin más finalidad que sacudirse el tedio de estar vivo (...) y con el
gran sombrero tejido a ciegas por indios / de dedos iluminados por rayos
puros de luna bajo el río (...) emprendió, así, la última etapa de su
peregrinar, / que consistía y consiste todavía, -porque el viajero / ni
ha terminado de andar ni conoce el cansancio o el sueño- / en ir y
volver a pie, incesantemente, / desde Lisboa hasta Varsovia, y desde
Varsovia hasta Lisboa (...) apiadado siempre (...) de la pavorosa
soledad de la Tierra en el cosmos».
En otro poema seminal, Con
Vallejo en París, mientras llueve, Baquero visita a su amigo, y «...
harto de no entender el mundo, de ser el pararrayos del sufrir...», usa
una incorrección del habla popular cubana para pedirle desde el fondo
del alma que le empreste un «... hombreante poema panadero, padrote,
semental poema (...) ... testicular semilla, antihambre poema, /
antiodio poema vallejiano...». Vallejo, cómo no, le empresta «un alarido
en quechua o en mandinga», y Baquero se echa «... a morir, digo a
dormir, acorazado / por el poema de Abraham, de César digo, quiero decir
Vallejo».
Así está ahora Gastón Baquero, muerto, digo, dormido, y
sin embargo insomne, caminando incesantemente, desde la punta de Maisi
hasta el cabo de San Antonio, y desde el cabo de San Antonio hasta la
punta de Maisi, de un extremo al otro de su infeliz isla de Cuba, con el
universo a cuestas, vivo en nosotros para siempre.
* * * * * *
EL PAÍS, España, 18-06-97
*************************
ALGUNOS COMENTARIOS DEJADOSRealpolitik ha dejado un nuevo comentario en su entrada "
Artículo de despedida de Cuba del poeta y ensayis...":
Baquero
es la respuesta perfecta a gente cómo Pedro Pablo Oliva, qué todavía
se prestan al cuento de qué antes del castrismo "no había chance" para
gente de color, o pobre, o ambas cosas. El qué tiene suficiente valor y
empuje se impone, aunque algunos prefieran ser apadrinados por el
gobierno de turno, qué no suele hacerlo por gusto.
*************
nónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "
Artículo de despedida de Cuba del poeta y ensayis...":
Baquero
era un vidente, o un profeta, como se quiera. Tuvo tanta luz larga que
se largó. El quinto párrafo de su carta está en la misma tesitura de
las "Cartas a Elpidio" de Varela, en las que hay un planteamiento que
se resumiría en la frase de "lo posible", refiriéndose a que es
preferible hacer lo poco posible que plantearse muchas tareas
imposibles. Es de lo que se trata el ser pragmáticos. Al final, la mal
llamada revolución no hizo nada de lo que inicialmente se dijo,
únicamente joderle la existencia a millones de cubanos, dondequiera que
estén. Y tan buena está la carta de Baquero como el comentario de Jesús
Díaz. ¡Si le hubiéramos hecho caso...!
chicho el cojo
******************
Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "
Artículo de despedida de Cuba del poeta y ensayis...":
El
artículo de Gastón Baquero, por su fecha, es profético. Te agradezco
mucho su lectura, hermano Pedro Pablo. Qué claridad tan temprana la de
ese hombre frente al fenómeno de la revolución castrista. Lo mismo que
mi padre, un sencillo hombre de pueblo pero con una visión muy certera.
Mientras nuestra intelectualidad se deslumbraba con las barbas de los
rebeldes, incluyendo inicialmente a una figura de la talla de Jorge
Mañach, Gastón Baquero enseguida le vio al lobo la oreja peluda. Y lo
dejó dicho bien claro y para la historia.
Baquero triunfó en la
Cuba A.C. por su talento indiscutible. Igual que Félix B. Caignet, por
solo citar el caso de otro gay oriental. Pero si no hubiera tenido éxito
como poeta y periodista, no se habría muerto de hambre tampoco puesto
que era agrónomo de profesión. ¿Que era negro, pobre y guajiro de
Banes? Bueno, Batista tampoco era muy blanco y había nacido en una
choza de guano en ese mismo pueblo, en el barrio de La Güira por más
señas, mas eso no le impidió al mulato aindiado llegar a ser
presidente. El hecho de ser paisano de Batista era entonces un plus más
que una desventaja, y de hecho eso le convino a Baquero.
Me
parece una extrapolación forzada de la llamada ideología de género en
onda USA lo que escribe Jesús Díaz sobre el poeta: “Baquero nació con
todas las de perder. Era negro, homosexual, pobre y poeta en una Cuba,
como cualquier país racista, machista y clasista, donde la poesía era
oficio de locos”.
Me explico: 1. “nació con todas las de
perder”: GB vino al mundo con todas las de ganar porque nació con un
talento que tienen muy pocos, ya sean ricos o pobres, negros o blancos.
Muy difícilmente no se hubiera abierto paso en la sociedad de
entonces. 2. Negro: ser negro le impediría entrar a un club exclusivo o
trabajar en un banco, pero no escribir en un periódico o publicar sus
poemas. Ojo, que no niego la discriminación racial de entonces, pero
esta no llegaba a la segregación a todos los nivles. 3. homosexual: GB
no era una loca de carroza, como podría inferirse de la frase citada.
Su condición de gay discreto se complementaba con la del señor
correcto, culto, fino y decente, algo socialmente estimable según las
normas de la época. La homofobia rabiosa y militante, de la cual Jesús
Díaz fue partícipe, vendría precisamente con los barbudos en el poder.
4. Pobre: pobre era Gómez Mena o Pote, el padre de López Serrano, antes
de volverse millonarios. En la Cuba antes de Castro se podía
prosperar, y de hecho muchos prosperaban. El que luchaba normalmente
salía de la pobreza, a no ser que le tocara una mala racha o tuviera
muy mala suerte, si bien mi abuelo, huérfano de la guerra del 95, decía
que la mala suerte les tocaba casi siempre a los vagos. 5. ‘la poesía
era oficio de locos’: GB no carecía de sentido común y no ignoraba que,
a no ser un Neruda, nadie vive de la poesía (más bien al contrario).
De ahí que prácticamente la abandonase en los años 50 por el periodismo
y por sus actividades oficiales durante ese periodo. En el exilio,
entonces sí que bien pobre, renacería como poeta.
Bendiciones de Fray Franelo
P/d.
El Che Guevara hizo un comentario despectivo tras la salida de Cuba de
Gastón Baquero, escoltado hasta el aeropuerto por tres embajadores,
pero ahora no me acuerdo. ¿Tienes idea de lo que dijo el boludo
atorrante sobre Baquero?
***************
Cpmentario del Bloguista
No, no tengo ni idea pero debió ser una de sus ¨genialidades¨ de arrogantes pujos porteños.
3 Comments:
chicho el cojo
Baquero triunfó en la Cuba A.C. por su talento indiscutible. Igual que Félix B. Caignet, por solo citar el caso de otro gay oriental. Pero si no hubiera tenido éxito como poeta y periodista, no se habría muerto de hambre tampoco puesto que era agrónomo de profesión. ¿Que era negro, pobre y guajiro de Banes? Bueno, Batista tampoco era muy blanco y había nacido en una choza de guano en ese mismo pueblo, en el barrio de La Güira por más señas, mas eso no le impidió al mulato aindiado llegar a ser presidente. El hecho de ser paisano de Batista era entonces un plus más que una desventaja, y de hecho eso le convino a Baquero.
Me parece una extrapolación forzada de la llamada ideología de género en onda USA lo que escribe Jesús Díaz sobre el poeta: “Baquero nació con todas las de perder. Era negro, homosexual, pobre y poeta en una Cuba, como cualquier país racista, machista y clasista, donde la poesía era oficio de locos”.
Me explico: 1. “nació con todas las de perder”: GB vino al mundo con todas las de ganar porque nació con un talento que tienen muy pocos, ya sean ricos o pobres, negros o blancos. Muy difícilmente no se hubiera abierto paso en la sociedad de entonces. 2. Negro: ser negro le impediría entrar a un club exclusivo o trabajar en un banco, pero no escribir en un periódico o publicar sus poemas. Ojo, que no niego la discriminación racial de entonces, pero esta no llegaba a la segregación a todos los nivles. 3. homosexual: GB no era una loca de carroza, como podría inferirse de la frase citada. Su condición de gay discreto se complementaba con la del señor correcto, culto, fino y decente, algo socialmente estimable según las normas de la época. La homofobia rabiosa y militante, de la cual Jesús Díaz fue partícipe, vendría precisamente con los barbudos en el poder. 4. Pobre: pobre era Gómez Mena o Pote, el padre de López Serrano, antes de volverse millonarios. En la Cuba antes de Castro se podía prosperar, y de hecho muchos prosperaban. El que luchaba normalmente salía de la pobreza, a no ser que le tocara una mala racha o tuviera muy mala suerte, si bien mi abuelo, huérfano de la guerra del 95, decía que la mala suerte les tocaba casi siempre a los vagos. 5. ‘la poesía era oficio de locos’: GB no carecía de sentido común y no ignoraba que, a no ser un Neruda, nadie vive de la poesía (más bien al contrario). De ahí que prácticamente la abandonase en los años 50 por el periodismo y por sus actividades oficiales durante ese periodo. En el exilio, entonces sí que bien pobre, renacería como poeta.
Bendiciones de Fray Franelo
P/d. El Che Guevara hizo un comentario despectivo tras la salida de Cuba de Gastón Baquero, escoltado hasta el aeropuerto por tres embajadores, pero ahora no me acuerdo. ¿Tienes idea de lo que dijo el boludo atorrante sobre Baquero?