El propósito que nos anima al crear este nuevo blog es mantener vivo en el recuerdo ese retazo de tierra taína que nos vio nacer: Banes, acercando a todos los Banenses a través de la evocación de imágenes y recuerdos. Es el sitio virtual idóneo para detenerse a conversar, como en los viejos tiempos, relatando anécdotas que nos lleven definitivamente al reencuentro con el pasado. Complementa nuestra exposición una iconografía banense, así como una galería de banenses ilustres.

martes, 30 de abril de 2013

El periódico el PUEBLO (1915-1958)- Ciudad de Banes

por Municipio Banes (Notas) el viernes, 27 de mayo de 2011 a la(s) 8:48
 EL Periódico el Pueblo (1915- 1958), uno de los diarios locales más antiguos de Cuba: Alternativas para su rescate y revitalización
TEXTO EXTRAÍDO DE: https://www.facebook.com/notes/municipio-banes/el-peri%C3%B3dico-el-pueblo-1915-1958-ciudad-de-banes/218814524815107

Periodico El Pueblo (1915-1958)
 Por: Lic Ana Gloria González Ochoa.
“La cultura es la huella del hombre sobre la tierra”.

En el proceso interactivo hombre – sociedad y raíces se sustenta el quehacer humano y precisamente el periódico el Pueblo (1915- 1958), es un baluarte dentro de la cultura en el municipio de Banes; asimismo forma parte del patrimonio bibliográfico de la Biblioteca Pública “Carlos Fernández”,donde reposa en 76 volúmenes indizados cronológicamente desde el 1915 y hasta 1958.

Ampuloso en su corte descriptivo con aristas sensacionalistas y promociónales de la vida de los banenses en la primera mitad del siglo XX trasciende este diario, también por sus proyecciones territoriales, nacionales e internacionales, al reflejar el acontecer noticioso de aquella época y mantener informados a los lectores, sin dejar de mostrar elementos identitarios de la nación cubana, fusionados a la tradición histórica y cultural.
 
Banes se funda como municipio el 17 de enero de 1910, de forma vertiginosa fue asumiendo su propia autonomía. La existencia de la United Fruit Company, así como la asimilación en nuestra economía de fuerza obrera asalariada, y las condiciones de explotación máxima del puerto de Banes, generó un desarrollo cultural y proporcionó la mezcla de las diferentes culturas.

Nótese que desde 1894 teníamos nuestra primera publicación periódica “La Carta”. Es a partir de 1907 cuando que se suceden una serie de publicaciones que al consultar el texto inédito de la hija ilustre de la ciudad Asunción Cuesta “La Historia del periodismo en Banes”, advertimos más de 53 publicaciones hasta 1959.

En su mayoría estas publicaciones tenían una vida efímera; pasaban de propietario a propietario las imprentas y no cambiaban de nombre los periódicos, es decir, El Demócrata se publicó en 1907, en el 23 y en el 33. El desarrollo de las imprentas y las publicaciones periódicas propició en los banenses una especie de inmediatez gráfica de la realidad a partir de intereses privados y respondiendo a la filiación partidista de los editores, sean miembros del partido liberal, conservador o socialista.

Se editaron diversos periódicos, de corte social: La voz de Banes, El Eco de mi escuela, humorísticos: Ají Guaguo y políticos: Patria y El grito del Pueblo, entre otros. Especialmente dedicado a la vida literaria está el periódico*  Portada (1950), y El pueblo (1915-1958) dirigido por Fernando Roja**s. Este diario pasó la prueba del tiempo y se impuso ante las adversidades, contó con varias secciones: La Literaria, Promociones, Corresponsales, el telégrafo y el mundo, vida social, estado del tiempo, etc.
Se funda el 4 de mayo de1915,” Mantener un diario en una localidad pequeña tierra adentro, hecha en una imprenta con pocos recursos a base de letra suelta ,es una obra realmente admirable y ardua, una empresa excepcional y poco común en cualquier parte del mundo,” así manifestó en la inauguración su director. En estas palabras no sólo se evidencia el carácter colectivo e individual del compromiso creativo; sino también el desafío del hombre por perpetuar su paso por la vida, junto al compromiso social que implica.

Como se ha expresado antes, el periódico el Pueblo (1915- 1958), es un material de consulta obligada para el estudio de la cultura local y nacional de esta época, sin embargo él mismo está en estado de deterioro por falta de conservación y climatización.

Un grupo de investigadores del municipio y la dirección de la institución investiga la búsqueda de alternativas para rescatar y revitalizar este periódico que se ha convertido en uno de los diarios locales más antiguos de Cuba ,que reseñó –aunque tímidamente y sin compromiso moral .- hechos como: la presencia del banense y personalidades históricas en las guerras del 1895 y 1898 la presencia de Mella en Banes, las nupcias de Fidel Castro Ruz, el “apoyo” del dictador Batista en los carnavales del1956, con su trasfondo de explotación y miseria al pueblo. Asimismo sobresale un diseño dúctil y unido a la promoción literaria y cultural.

La conservación del el periódico el Pueblo (1915- 1958), propiciará el rescate y revitalización del patrimonio bibliográfico de la Biblioteca Pública “Carlos Fernández” como parte de la identidad cultural local y nacional a propósito del estudio de las culturas locales, la utilización de técnicas alternativas permitirá la difusión y promoción de este diario en la contemporaneidad, siendo un elemento esencial en la información.

Ana Gloria González Ochoa
NOTA: este articulo es el original, tal y como la Lic. Ana Gloria lo escribio, no obstante noten que hay dos correcciones
* Portada fue una revista, no fue un periódico
** El nombre completo es Fernando Rodriguez Rojas

Lic. Ana Gloria Gonzalez Ochoa

Periodico El Pueblo (1915-1958)

domingo, 14 de abril de 2013

En esta fecha se conmemora un aniversario más de la desencarnación de nuestra recordada Isolina. A modo de un sencillo, pero, sentido homenje a su vida y obra, reproducimos este antiguo post de nuestro blog:


EN LA CASA DE ISOLINA UN FRAGMENTO DE MI LIBRO DE RELATOS TESTIMONIALES BANES: LA PIEL DE LA MEMORIA.

En la foto, Isolina Feria Ricardo, en los jardines del Centro Benéfico de Guantánamo, en la antigua provincia de Oriente.

                                                                                              Foto © Víctor García


EN LA CASA DE ISOLINA

En ocasiones acompañaba a mi madre a la Casa de Isolina. Era muy pequeño y ella me conducía de la mano. Nos llevaba siempre Don Antonio Díaz, en su coche de alquiler. Un viejo Mercury del año l948. Recuerdo aún la calle Canales sin asfaltar y los dos frondosos ficus enfrente de la modesta vivienda. Las paredes interiores resumían ese toque de pulcritud que deja la cal sobre la madera rústica. Al franquear la puerta principal nos esperaba la sala de estar, donde obligatoriamente debíamos esperar unos minutos hasta ser llamados al salón donde Isolina, junto a sus médiums, desenvolvía la reunión espiritista.

Isolina era una mujer de rostro muy dulce y afable. A mi tierna edad se me antojaba una especie de abuelita. Llevaba el pelo siempre recogido, luciendo canas y vestía siempre de blanco. Se sentaba a la cabecera de una enorme mesa rodeada de sillas, donde sentaba a sus médiums formando una "cadena fluídica”, sin tocarse las manos.

Mis curiosos ojos infantiles no dejaban de escrutar cada rincón. Me llamaba la atención la galería de fotos enmarcadas en la pared. El retrato más conocido del Maestro Allan Kardec presidía esta galería. Luego seguirían fotos de León Denis y en un rincón sobre un estante de libros, la más divulgada de las fotos de Doña Amalia Domingo Soler, la notable figura del Movimiento Espiritista Hispano o la Cantora del Espiritismo, como cariñosamente la han llamado los espíritas de varias generaciones.

Asombraba un poco a las personas poco familiarizadas con estos ambientes y que confunden al Espiritismo con una especie de secta sincrética, donde se mezclan las prácticas del mediumnismo con las creencias católicas, el hecho de no encontrar en estas paredes, ni en ningún otro sitio de la humilde vivienda, imágenes religiosas.

Esta atmósfera de lecturas, fotos de ancianos de luengas barbas en las paredes, estantes desbordados de libros y revistas me llevaban a la percepción de que la Casa de Isolina era más bien una escuela, donde mi mamá y las demás mujeres que se sentaban en torno a la mesa simplemente seguían unas clases de estudio académico, impartidas en este caso, por la maestra Isolina.

Mi mamá me dejaba casi siempre en la habitación de Alejandrina o Aleja, como cariñosamente le llamaban sus parientes a una de las hermanas de Isolina o con la mamá de ellas, Doña Juana. El recuerdo que conservo de estas dulces viejecitas es el de que ambas me ofrecían frutas, particularmente naranjas y mangos y me hablaban muy quedo para no interrumpir las "clases" que tomaba mamá junto a sus amigas.

De vez en cuando alcanzaba a oír a Isolina que decía: "Dale curso", a alguna de las médiums y no alcanzaba a entender lo que ello significaba.

Otra de la cosas que atrajeron mi curiosidad era el desfile de botellas de vidrio transparente llenas de agua que esperaban sobre la mesa para que Isolina las "magnetizara" y quizá lo más curioso es que las personas que acudían a estas reuniones acostumbraban a llamar a estas aguas "medicina espiritual". Según el testimonio de algunas personas muy dignas de crédito que se dedicaban a estudiar estos fenómenos de carácter paranormal o estudiosos de lo psíquico, como se les llamaba entonces, esa "medicina espiritual" era agua fluidificada por las entidades espirituales y tenía la virtud de curar diversas dolencias y enfermedades.

Isolina, según el testimonio de mi madre y el de otras personas que la conocieron desde muy joven, había mostrado el desarrollo de una serie de facultades mediúmnicas desde muy pequeña. Hija de una familia muy humilde, los Feria Ricardo, Isolina comenzó a sufrir desde la temprana infancia asma y ciertos ataques de epilepsia, además de otros trastornos mentales, como la pérdida de la conciencia y de la memoria, invasión o incorporación de otras "personalidades" en su yo psíquico.
Los pocos médicos que le vieron la creyeron loca y los religiosos fanáticos "poseída".

Así las cosas, sus padres la llevaron como un último recurso a un sanador espiritual o "curandero" en la localidad de Aura, cerca de Gibara en los años inaugurales del pasado siglo. Este hombre se consideraba un humilde misionero espírita. Había peleado durante la Guerra de Independencia, como un soldado mambí y una vez terminada la contienda se retiró a vivir muy humildemente con su familia a Uñas y luego a Aura, unas localidades cerca de la vecina Gibara.

Allí poseía un Centro Espiritista, siguiendo el ideario filosófico kardeciano, que enmarcaba las enseñanzas provenientes de los Espíritus Superiores dentro del sublime mensaje evangélico. A este humilde siervo del Señor, como le gustaba auto nombrarse, se le conocía como Nine Sierra.

Las personas que lo conocieron, incluyendo a mi madre y a mis tíos, fueron testigos de una serie de fenómenos de efectos físicos, tales como aportes y desaportes de objetos y materializaciones ectoplásmicas a través de su mediumnidad.

Los padres de Isolina no daban crédito a la maravillosa recuperación operada en su hija adolescente. Isolina en gratitud por los favores divinos recibidos quiso entregarse devotamente a divulgar la Obra, extendiendo desinteresadamente esas dádivas divinas de la curación a los enfermos, a través de sus propias facultades mediumnímicas, plenamente desarrolladas en esta ocasión, gracias al encuentro con este poderoso médium y sanador paragnosta.

En los tempranos años sesenta quise investigar un poco sobre esta fascinante figura del Espiritismo local y contacté entre otras personas a Cecilia "Nena" Aguilera, quien me confesó casos y anécdotas realmente increíbles y sorprendentes sobre las curaciones y demás fenómenos que se dieron en torno a la mediumnidad de Isolina Feria Ricardo.

Lo que más me sorprendió fue conocer la génesis de un pequeño libro que con el título de "Luz en el Sendero" circuló en muchos de los hogares banenses en la década de los cuarenta. Cecilia me contaba cómo Isolina incorporaba en trance sonambúlico a una entidad espírita conocida como El Guía y este le dictaba a ella, que era la amanuense los capítulos íntegros del libro de marras.

Pasaban a veces algunos meses y por alguna razón la entidad El Guía no se incorporaba, pues Isolina canalizaba a varias entidades y una vez se lograba restablecer el contacto, esta entidad le continuaba dictando el resto de los capítulos en una perfecta ilación. También sorprendía que el léxico empleado por esta entidad y aún por otras que se comunicaban a través suyo era muy superior al que poseía la propia médium en el estado normal de la vigilia, considerando que la joven Isolina había tenido que interrumpir sus estudios académicos apenas alcanzando vencer el cuarto grado de la enseñanza primaria, debido primeramente a su condición de salud, tan quebradiza y además por lo precario de la situación económica doméstica que obligó a la joven a trabajar, empleándose en trabajos de corte y costura en su propio hogar ayudando a su madre y hermanas en la confección de una especie de mosquiteros que llamaban en aquellos lejanos días, pabellones.

La familia vino a establecerse en Banes a comienzos de los años veinte de la pasada centuria y desde entonces la joven Isolina se entregó a la práctica del bien dentro de aquella comunidad que la veía como una santa y virtuosa mujer.

Isolina se caracterizaba, además, por el tratamiento a personas perturbadas mentalmente siguiendo las técnicas de desobsesión recomendadas por el Maestro Allan Kardec, contando únicamente como recurso la imposición de manos a modo de transferir energía positiva a los enfermos, así como la persuasión a los espíritus o entidades obsesoras a que levantaran su acción fluídica perturbadora sobre los afectados, en el nombre de Jesús.

En una ocasión esta noble mujer fue privada de su libertad por el ejercicio ilegal de la medicina y conducida al Reclusorio de Mujeres de Guanabacoa, en la provincia de La Habana. Allí se distinguió por su virtud y grandeza de espíritu, prodigando sus elevadas enseñanzas espirituales entre aquellas pobres mujeres descarriadas que la respetaban y amaban como a una madre.

Recuerdo un día del mes de abril del año 1954 cuando desencarnó Isolina. Los funerales fueron realmente apoteósicos. Nunca antes había visto tantas ofrendas florales. La casa mortuoria estaba literalmente inundada de coronas y de cojines de flores.

El sarcófago tendido sobre el suelo en señal de humildad estaba cubierto de rosas blancas. Desde el aire, Víctor García, un pariente de nuestra familia, registraba el paso del desfile mortuorio con una cámara filmadora de 16 mm en una avioneta alquilada.

Todavía recuerdo aquellos viejos filmes que nos mostraba Víctor en su hogar allá en la ciudad de Guantánamo, unos años después de aquel suceso y la anécdota que contaba del piloto que lo acompañaba en aquel vuelo. El aviador le refería que cada vez que tenía que sobrevolar el sitio de donde partiría el cortejo fúnebre sentía algo que vibraba muy fuerte, como una especie de magneto, que lo atraía inexplicablemente al lugar.

El comercio local cerraba sus puertas al paso de la caravana fúnebre en señal de duelo. La prensa local se hizo eco del acontecimiento. Muchos años después pude consultar la hemeroteca de la Biblioteca Pública de la ciudad de Banes y me leí los comentarios del notable periodista Rolando Gómez de Cárdenas en su revista literaria Portada, así como las notas que aparecieron en El Pueblo, el decano del periodismo banense, bajo la firma de nuestra querida Cristina Aguilera, notable periodista ya fallecida y en otras publicaciones locales.
Desde la prensa espírita nacional aparecieron esquelas y obituarios. Unas de estas notas la escribió la doctora Fidela Cobo Sabas desde las páginas de Reivindicación y el periodista villaclareño Isidoro Díaz Anido registraba el suceso para la revista Vida, que dirigía el recordado hermano Manuel García Consuegra, en Santa Clara.

Cierro los ojos para evocar una vez más aquellos memorables días e inevitablemente pienso en mi madre y me dejo llevar de su mano por la calle saludando a los vecinos que se acercaban para saludarla y conocer al pequeño vástago.

Doña Mariana Serrano nos esperaba casi siempre a la salida de la Casa de Isolina, pues vivía justo enfrente, luego visitábamos a mis padrinos, Josefa Mir y Rafael Domínguez y el paseo terminaba entonces en la casa de mi abuela. Luego vendría Don Rafael Tamayo en su viejo fotingo y nos conduciría de regreso al hogar en Veguitas.


© René Dayre Abella Fragmento del libro de relatos testimoniales Banes en la memoria.