El propósito que nos anima al crear este nuevo blog es mantener vivo en el recuerdo ese retazo de tierra taína que nos vio nacer: Banes, acercando a todos los Banenses a través de la evocación de imágenes y recuerdos. Es el sitio virtual idóneo para detenerse a conversar, como en los viejos tiempos, relatando anécdotas que nos lleven definitivamente al reencuentro con el pasado. Complementa nuestra exposición una iconografía banense, así como una galería de banenses ilustres.

lunes, 25 de abril de 2011

DOS POEMAS A BANES











"La tierra te duele,
la tierra te da
en medio del alma
si no la ves más"....
Fragmento de la canción " Mi Tierra"
Autor: Estéfano.

BANES, PRESENCIA REDIVIVA.

Eres un punto diminuto
en la geografía de un país.

El ala negra de un totí.

Un vuelo de zunzunes
persiguiendo bijiritas.

Eres la sombra de un ocuje
y el sabor agridulce del marañón.

Eres el río Reventón
y el Charco de las Putas.

La vieja ceiba de la calle Mulas,
La Piedra del Pescuezo y el Monte Lamusén.

Eres la voz negra de un conjuro.
Los tres kilos prietos de un bilongo.

Eres Yemayá. Eres mi ancestro.
El caudal impetuoso de la sangre
que rompe mis arterias.

Eres la sobriedad de un viejo mueble
en la casa de Isolina.

Eres mi infancia desteñida
muriendo poco a poco.

Eres la ancianidad ennoblecida de mis padres.
La calidez de una sonrisa de mi hermano.

Eres Alfredo, Carlín, Pedro Quiñones,
amigos entrañables, solidarios.

Eres la nada existencial.

Eres la poesía mordiéndome los huesos,
despedazando el alma.

 ¡Eres Otto, Charles, Mario Peña,
diciendo sus poemas entre lágrimas!

Eres la voz acuciante de Francisco Mir gritando:
“No quiero las flores negras!".

Eres una noche de tertulia
en la casa de Pepito.

Eres el flagelo de un estigma
impuesto gratuito
que me llevó a vivir
casi a escondidas.

Eres una imagen desprendida del recuerdo
que hoy se puso a morir en el silencio.

Eres todo eso y eres más.
Eres la presencia rediviva de la tierra.
Un grito que enmudece entre mis huesos.
Eres la Patria en mí. Eres yo mismo

© René Dayre Abella











"Donde quieras que vayas tu ciudad irá contigo"...
C. Cavafis







MI PEQUEÑA GRAN CIUDAD
                               
             A la memoria de Gastón Baquero y Otto Maletá, poetas.

Yo amo tus calles estrechas,
largas y empedradas
como cicatrices a flor de piel.

Admiro el paisaje bucólico de tu suelo.
Sencillamente campesino.

Quisiera llenar para siempre mis ojos
con el verdor intenso de tus pinos
que se yerguen tan altos, tan altivos.

Evocar aquellos días paseándome en tus calles
es como soltar de una vez a todos mis recuerdos
para que huyan a esconderse detrás de tus rincones.

¡Mi pequeña gran ciudad casi escondida
en los mapas de los textos escolares !
¡Tierra de raigambre taína! ¡Pedazo de mi patria!

Yo te saludo desde la lejanía
evocando la sombra del cacique Baní
en una noche iluminada sólo por cocuyos.

Humilde caserío casi despoblado cuando el Grito Mambí
supiste dar hijos valientes.

Cuna de trovadores y de poetas.
Viste nacer de ti al gran Gastón Baquero
y le llenaste el alma a Otto con murmullos.

Tierra de los padres de mis padres,
de mis abuelos.

Cuando la muerte ponga fin a mi destierro
descansar para siempre en ti,
sólo yo anhelo.

© René Dayre Abella














lunes, 18 de abril de 2011

A LA MEMORIA DEL MEJOR DE MIS AMIGOS, PEDRO QUIÑONES RUÍZ.

Cuando recibí la noticia del fallecimiento de mi mejor amigo de todos los tiempos, Pedro Quiñones Ruíz, apenas pude escribir unas mal hilvanadas líneas en este mismo blog dando a conocer la terrible noticia. El shock emocional fue muy fuerte y no me permitió en ese momento escribirle un poema a su memoria. Aunque aún no me repongo de esa impresión tan devastadora en mi vida emocional pude concebir este intento de poema de tono elegíaco entre la noche de ayer y la tarde de hoy. Espero que esta sea la versión definitiva, la cual comparto gustoso con todos mis amigos banenses y lectores amables.



A PEDRO,  EN MARDUK.



                   A la memoria de mi mejor amigo de todos los tiempos, Pedro Quiñones.



Ahora que has partido

dinos por lo menos adónde te lleva ese camino

que no requiere de mapas, ni de brújula.

Te imagino atravesando ríos

bajo un cielo de escarcha,

dulce amigo.

Y al final, Marduk,

con sus tres soles.

Su flora exquista y su fauna poblada

de ingenuos y mansos animales.

Le tomo prestadas a Dimas, sus palabras,

junto  al Nazareno:

Acuérdate de mí cuando llegues al Paraíso”.

En Marduk es la cita, Pedro, no lo olvides.



© René Dayre Abella


FRANCISCO MIR MULET, NUESTRO RECORDADO PACO, EN LA REVISTA VITRAL, EDICIÓN NÚMERO NUEVE.

septiembre-octubre.año2.No.9.1995





POESÍA






Rock de urgencia
por Francisco Mir Mulet.
                     A los enfermos del SIDA.

Me arden los ojos
la noche penetra por las córneas heridas
tengo en el cuerpo un arrebato de guitarras y pianos.
Es mi turno y los árboles van a delirar
el público responde
pido que levanten las manos
y ya hay quien quiere quitarse la ropa.
Es el momento de hundir los dedos en las teclas
estirar al máximo las cuerdas
reventar los micrófonos.
Digo que me canso
que la soledad es un baño de señoritas
la multitud me sigue
confesaré mis pecados
no tengo la culpa de seducir tanta corteza y añil
no soy rayo, oscuridad
filósofo cantor, ni bautizado.
Sé que este es mi turno y voy a actuar
tocaré todos los instrumentos posibles.
Mi canción es metálica
no olvido lo discriminado que fui
todavía camino marcado entre la gente
y hay vecinos que no te saludan
otros violan tu mínimo resplandor.
No agredo. No mato. No traiciono. No miento.
Exijo que vuelvan a cantar conmigo, que levanten las
manos
hago que todos sueñen, olviden sus personales
fusilamientos
cárceles privadas,
íntimos
homicidios
los expedientes malditos en la conciencia.
Propongo saltar con fuerza
explico el sexo vacío: sentidos capados
señales de tránsito
grifos abiertos
el final de la calle, la basura
bombillas que no encienden
la reiteración, el autor omnisciente.
No robo, no mato. No miento.
Sucede que fornico
¿Todavía me escuchan?
No violo. No agredo
Soy un monstruo familiar, domesticado.
Mi Isla, mi montaña es Dios
Dios me salve, Señor, por favor.


miércoles, 13 de abril de 2011

EN EL ANIVERSARIO NÚMERO CINCUENTA Y SIETE DE LA DESENCARNACIÓN DE ISOLINA FERIA RICARDO

Mañana jueves 14 de abril se conmemora el cincuenta y siete aniversario de la desaparición física de la notable médium espírita kardecista Isolina Feria Ricardo. Sin dudas una personalidad notable dentro de la sociedad local banense. Admirada no sólo por sus seguidores, sino además, por toda la comunidad.
A manera de un sencillo, pero, sentido tributo a su memoria, a continuación publico un fragmento de mi libro de relatos testimoniales Banes: la piel de la memoria, próximo a publicarse a través de Linden Lane Press, donde rememoro aquel día del mes de abril del año 1954 cuando pude presenciar sus funerales. Una verdadera apoteosis. A continuación les va mi relato, así como una foto de Iso, como familiarmente le llamaban las personas de todas las clases sociales a esta noble mujer que sólo vivió para repartir el bien a manos llenas entre todos los que solicitaban su ayuda y consejos oportunos.


EN LA CASA DE ISOLINA



    En ocasiones acompañaba a mi madre a la Casa de Isolina. Era muy pequeño y ella me conducía de la mano. Nos llevaba siempre Don Antonio Díaz, en su coche de alquiler. Un viejo Mercury del año l948. Recuerdo aún la calle Canales sin asfaltar y los dos frondosos ficus enfrente de la modesta vivienda. Las paredes interiores resumían ese toque de pulcritud que deja la cal sobre la madera rústica. Al franquear la puerta principal nos esperaba la sala de estar, donde obligatoriamente debíamos esperar unos minutos hasta ser llamados al salón donde Isolina, junto a sus médiums, desenvolvía la reunión espiritista.

    Isolina era una mujer de rostro muy dulce y afable.  A mi tierna edad se me antojaba una especie de abuelita. Llevaba el pelo siempre recogido, luciendo canas y vestía siempre de blanco. Se sentaba a la cabecera de una enorme mesa rodeada de sillas, donde sentaba a sus médiums formando una "cadena fluídica”, sin tocarse las manos.

    Mis curiosos ojos infantiles no dejaban de escrutar cada rincón. Me llamaba la atención la galería de fotos enmarcadas en la pared. El retrato más conocido del Maestro Allan Kardec presidía esta galería. Luego seguirían fotos de León Denis y en un rincón sobre un estante de libros, la más divulgada de las fotos de Doña Amalia Domingo Soler, la notable figura del Movimiento Espiritista Hispano o la Cantora del Espiritismo, como cariñosamente la han llamado los espíritas de varias generaciones.

    Asombraba un poco a las personas poco familiarizadas con estos ambientes y que confunden al Espiritismo con una especie de secta sincrética, donde se mezclan las prácticas del mediumnismo con las creencias católicas, el hecho de no encontrar en estas paredes, ni en ningún otro sitio de la humilde vivienda, imágenes religiosas.

    Esta atmósfera de lecturas, fotos de ancianos de luengas barbas en las paredes, estantes desbordados de libros y revistas me llevaban a la percepción de que la Casa de Isolina era más bien una escuela, donde mi mamá y las demás mujeres que se sentaban en torno a la mesa simplemente seguían unas clases de estudio académico, impartidas en este caso, por la maestra Isolina.

    Mi mamá me dejaba casi siempre en la habitación de Alejandrina o Aleja, como cariñosamente le llamaban sus parientes a una de las hermanas de Isolina o con la mamá de ellas, Doña Juana. El recuerdo que conservo de estas dulces viejecitas es el de que ambas me ofrecían frutas, particularmente naranjas y mangos y me hablaban muy quedo para no interrumpir las "clases" que tomaba mamá junto a sus amigas.

    De vez en cuando alcanzaba a oír a Isolina que decía: "Dale curso", a alguna de las médiums y no alcanzaba a entender lo que ello significaba.

    Otra de la cosas que atrajeron mi curiosidad era el desfile de botellas de vidrio transparente llenas de agua que esperaban sobre la mesa para que Isolina las "magnetizara" y quizá lo más curioso es que las personas que acudían a estas reuniones acostumbraban a llamar a estas aguas "medicina espiritual". Según el testimonio de algunas personas muy dignas de crédito que se dedicaban a estudiar estos fenómenos de carácter paranormal o estudiosos de lo psíquico, como se les llamaba entonces, esa "medicina espiritual" era agua fluidificada por las entidades espirituales y tenía la virtud de curar diversas dolencias y enfermedades.

    Isolina, según el testimonio de mi madre y el de otras personas que la conocieron desde muy joven, había mostrado el desarrollo de una serie de facultades mediúmnicas desde muy pequeña. Hija de una familia muy humilde, los Feria Ricardo,  Isolina comenzó a sufrir desde la temprana infancia asma y ciertos ataques de epilepsia, además de otros trastornos mentales, como la pérdida de la conciencia y de la memoria, invasión o incorporación de otras "personalidades" en su yo psíquico.

    Los pocos médicos que le vieron la creyeron loca y los religiosos fanáticos "poseída". 

    Así las cosas, sus padres la llevaron como un último recurso a un sanador espiritual o "curandero" en la localidad de Aura, cerca de Gibara en los años inaugurales del pasado siglo. Este hombre se consideraba un humilde misionero espírita. Había peleado durante la Guerra de Independencia, como un soldado mambí y una vez terminada la contienda se retiró a vivir muy humildemente con su familia a Uñas y luego a Aura, unas localidades cerca de la vecina Gibara.

    Allí poseía un Centro Espiritista, siguiendo el ideario filosófico kardeciano, que enmarcaba las enseñanzas provenientes de los Espíritus Superiores dentro del sublime mensaje evangélico. A este humilde siervo del Señor, como le gustaba auto nombrarse, se le conocía como Nine Sierra.

    Las personas que lo conocieron, incluyendo a mi madre y a mis tíos, fueron testigos de una serie de fenómenos de efectos físicos, tales como aportes y desaportes de objetos y materializaciones ectoplásmicas a través de su mediumnidad.

    Los padres de Isolina no daban crédito a la maravillosa recuperación operada en su hija adolescente. Isolina en gratitud por los favores divinos recibidos quiso entregarse devotamente a divulgar la Obra, extendiendo desinteresadamente esas dádivas divinas de la curación a los enfermos, a través de sus propias facultades mediumnímicas, plenamente desarrolladas en esta ocasión, gracias al encuentro con este poderoso médium y sanador paragnosta. 

    En los tempranos años sesenta quise investigar un poco sobre esta fascinante figura del Espiritismo local y contacté entre otras personas a Cecilia "Nena" Aguilera, quien me confesó casos y anécdotas realmente increíbles y sorprendentes sobre las curaciones y demás fenómenos que se dieron en torno a la mediumnidad de Isolina Feria Ricardo.

    Lo que más me sorprendió fue conocer la génesis de un pequeño libro que con el título de "Luz en el Sendero" circuló en muchos de los hogares banenses en la década de los cuarenta. Cecilia  me contaba cómo Isolina incorporaba en trance sonambúlico a una entidad espírita conocida como El Guía y este le dictaba a ella, que era la amanuense  los capítulos íntegros del libro de marras.

    Pasaban a veces algunos meses y por alguna razón la entidad El Guía no se incorporaba, pues Isolina canalizaba a varias entidades y una vez se lograba restablecer el contacto, esta entidad le continuaba dictando el resto de los capítulos en una perfecta ilación. También sorprendía que el léxico empleado por esta entidad y aún por otras que se comunicaban a través suyo era muy superior al que poseía la propia médium en el estado normal de la vigilia, considerando que la joven Isolina había tenido que interrumpir sus estudios académicos apenas alcanzando vencer el cuarto grado de la enseñanza primaria, debido primeramente a su condición de salud, tan quebradiza y además por lo precario de la situación económica doméstica que obligó a la joven a trabajar, empleándose en trabajos de corte y costura en su propio hogar ayudando a su madre y hermanas en la confección de una especie de mosquiteros que llamaban en aquellos lejanos días, pabellones.



    La familia vino a establecerse en Banes a comienzos de los años veinte de la pasada centuria y desde entonces la joven Isolina se entregó a la práctica del bien dentro de aquella comunidad que la veía como una santa y virtuosa mujer.

    Isolina se caracterizaba, además, por el tratamiento a personas perturbadas mentalmente siguiendo las técnicas de desobsesión recomendadas por el Maestro Allan Kardec, contando únicamente como recurso la imposición de manos a modo de transferir energía positiva a los enfermos, así como la persuasión a los espíritus o entidades obsesoras a que levantaran su acción fluídica perturbadora sobre los afectados, en el nombre de Jesús.

    En una ocasión esta noble mujer fue privada de su libertad por el ejercicio ilegal de la medicina y conducida al Reclusorio de Mujeres de Guanabacoa, en la provincia de La Habana. Allí se distinguió por su virtud y grandeza de espíritu, prodigando sus elevadas enseñanzas espirituales entre aquellas pobres mujeres descarriadas que la respetaban y amaban como a una madre.

    Recuerdo un día del mes de abril del año 1954 cuando desencarnó Isolina. Los funerales fueron realmente apoteósicos. Nunca antes había visto tantas ofrendas florales. La casa mortuoria estaba literalmente inundada de coronas y de cojines de flores.

    El sarcófago tendido sobre el suelo en señal de humildad estaba cubierto de rosas blancas. Desde el aire, Víctor García, un pariente de nuestra familia, registraba el paso del desfile mortuorio con una cámara filmadora de 16 mm en una avioneta alquilada.

    Todavía recuerdo aquellos viejos filmes que nos mostraba Víctor en su hogar allá en la ciudad de Guantánamo, unos años después de aquel suceso y la anécdota que contaba del piloto que lo acompañaba en aquel vuelo. El aviador le refería que cada vez que tenía que sobrevolar el sitio de donde partiría el cortejo fúnebre sentía algo que vibraba muy fuerte, como una especie de magneto, que lo atraía inexplicablemente al lugar.

    El comercio local cerraba sus puertas al paso de la caravana fúnebre en señal de duelo. La prensa local se hizo eco del acontecimiento. Muchos años después pude consultar la hemeroteca de la Biblioteca Pública de la ciudad de Banes y me leí los comentarios del notable periodista Rolando Gómez de Cárdenas en su revista literaria Portada, así como las notas que aparecieron en El Pueblo, el decano del periodismo banense, bajo la firma de nuestra querida Cristina Aguilera, notable periodista ya fallecida y en otras publicaciones locales.

    Desde la prensa espírita nacional aparecieron esquelas y obituarios. Unas de estas notas la escribió la doctora Fidela Cobo Sabas desde las páginas de Reivindicación y el periodista villaclareño Isidoro Díaz Anido registraba el suceso para la revista Vida, que dirigía el recordado hermano Manuel García Consuegra, en Santa Clara.

    Cierro los ojos para evocar una vez más aquellos memorables días e inevitablemente pienso en mi madre y me dejo llevar de su mano por la calle saludando a los vecinos que se acercaban para saludarla y conocer al pequeño vástago.

    Doña Mariana Serrano nos esperaba casi siempre a la salida de la Casa de Isolina, pues vivía justo enfrente, luego visitábamos a mis padrinos, Josefa Mir y Rafael Domínguez y el paseo terminaba entonces en la casa de mi abuela. Luego vendría Don Rafael Tamayo en su viejo fotingo y nos conduciría de regreso al hogar en Veguitas.

lunes, 11 de abril de 2011








Les presento el nuevo libro que acabamos de publicar en LINDEN LANE PRESS, en su Colección de Poesía. Se trata de POETA EN LA LUNA DE CUBA, del poeta cubano RENE DAYRE ABELLA (Banes, 1945), ilustrado en la portada con *Flor del éxodo, para René*, de Belkis Cuza Malé.                                                                                                                                     Para adquirir un ejemplar, escribir a BelkisBell@aol.com y les daré detalles y dirección de dónde enviar el cheque o money order por la cantidad de $20.00 (incluido ya el franqueo). 

LINDEN LANE PRESS Issue 2:

POETA EN LA LUNA DE CUBA
By Belkis Padilla in Literature & Writing
A book of poetry by René Dayre Abella, Cuban poet living in San Diego, California. /Un libro de poemas de René Dayre Abella, poeta cubano residente en San Diego, California.


Para otros detalles, y mirar el libro por dentro, por favor, visiten mi blog www.belkiscuzamale.blogspot.com y hagan click en el enlace allí señalado, donde tendrán acceso a un preview desde la página web de la imprenta.  También pueden adquirir un ejemplar directamente desde allí, usando tarjeta de crédito o la cuenta de PayPal.

Espero disfruten con la lectura de estos hermosos poemas de René Dayre Abella.  Para más información sobre él, en su blog:  http://www.reneabella.com/

Gracias y bendiciones,

Belkis

viernes, 8 de abril de 2011

UN HOMENAJE AL POETA GASTÓN BAQUERO SELECCIONADO POR DAVID LAGO GONZÁLEZ PARA LA REVISTA LA PEREGRINA MAGAZINE, CORTESÍA DE SU DIRECTORA, CARMEN KARÍN ALDREY.

Sección Homenajes



Silente compañero


(Tributo al poeta Gastón Baquero)
selección de poemas y comentarios a cargo de David Lago González

Silente compañero


(Pie para una foto de Rilke niño)

Parece que estoy solo,
diríase que soy una isla, un sordomudo, un estéril.
Parece que estoy solo, viudo de amor, errante,
pero llevo de la mano a un niño misterioso,
que a veces crece de repente, y es un soldado aherrojado,
o es un hombre mayor meditabundo, un huésped del reino de los lúcidos,
y se encoge luego, se recoge hasta devolverse a la niñez,
con sus ojos denominables arcano, con su látigo inútil, con su estupor,
y este niño retráctil me acompaña, y se llama Rainiero en ocasiones,
y en otras el Presente, y el Caballero Huérfano, y el Soldado sin Dormir Posible,
y comulga con el comunicado mundo de ultratumba,
y conoce el lenguaje de los que abandonaron, condenados, el cuerpo,
y pelean a alma limpia por convencer a Dios de que se ha equivocado.

Parece que estoy solo en medio de esta fría trampa del universo,

donde el peso de las estrellas, el imponderable peso de Ariadna,
es tan indiferente como el peso de la sangre,
o como el ciego fluir de la médula entre los huesos;
parece que estoy solo, viendo cómo a Dios le da lo mismo
que la vida tome en préstamo la envoltura de un hombre o la concha de un crustáceo,


viendo lleno de cólera que Pergolesi vive menos que la estólida tortuga,
y que este rayo de luz no quiere iluminar nada,
y el ser no sospecha siquiera que es nuestro segundo padre.


Parece que estoy solo, y este niño del látigo fláccido está junto a mí,
derramando como compañía su mirada sagaz, temerosa porque ha reconocido
el vacío futuro que le espera;
parece que estoy solo, y golpeándome el hombro está este niño,
este aislado de la multitud, lleno de piedad por ella,
que se inclina sobre el centro del misterio,
y golpea y maldice,
y hace estremecerse al barro y al arcángel,
porque es el Testimonio, el niño prodigio que trae la corona de espinas,
la verdad asfixiante del sordo y ciego cielo.


Cuando yo mismo sueño que estoy solo,
tiendo la mano para no ver el vacío,
y esta mano real, este concreto universo de la mano,
con destino en sí misma, inexorablemente creada para ser osamenta y ser polvo,
me rompe la soledad, y se aferra a la mano del niño, y partimos
hacia el bosque donde el Unicornio canta,
donde la pobre doncella se peina infinitamente,
mientras espera, y espera, y espera, y espera,
acompañada por las rotas soledades de otros seres,
conscientes del misterio, decididos a insistir en sus preguntas,
reacios a morir sin haber encontrado la llave de esta trampa.


Parece que estoy solo,
pero llevo en derredor un mundo de fantasmas,
de realidades enigmáticas como el pan y la silla,
y ya no siento asombro de llamarme Roberto o Antonio o Segismundo,
o de ser quizá un árbol a cuyo pie descansa un peregrino
en cuya mente vive como metáfora de su realidad la persona que soy;
pues sé que estoy aquí, realmente aquí, destruible pero ya irrevocable,
y si soy sueño, soy un sueño que ya no puede ser borrado;
y una lejana voz confirma todas las anticipaciones,
y alguien dice ¡no sé, no quiero oírlo!
que de esta trampa ni Dios mismo puede librarnos,
que Dios también está cogido en la trampa, y no puede dejar de ser Dios,
porque la Creación cayó de sus manos al vacío,
tan perfecta y completa que el Señor, satisfecho,
se dedicó a crear otras creaciones,
y va de jardín celeste en jardín celeste, dando cuerda al reloj, atizando los fuegos,
y nadie sabe por dónde anda ahora Dios, a esta hora del día o de la noche,
ni en cuál estrella se encuentra renovando su curioso experimento,
ni por qué no deja que veamos la clave de esta trampa,
la salida de este espejo sin marco,
donde tarde en tarde parece que va a reflejarse la imagen de Dios,
y cuando nos acercamos trémulos, reconocemos el nítido rostro de la Nada.


Con este niño del látigo en la mano voy hacia el amanecer o hacia el morir.
Comprendo que todo ya está escrito, y borrado, y vuelto a escribir,
porque la sucia piel del hombre es un palimpsesto donde emborrona y falla sus poemas
el Demonio en persona;
comprendo que todo ya está escrito, y rechazo esa lluvia sin cielo que es el llanto;
comprendo que nacieron ya las mariposas,
que obligarán a palmotear de alegría a un niño que inexorablemente nacerá esta noche,
y siento que todo está escrito desde hace milenios y para milenios,
y yo dentro de ello:
escrita la desesperación de los desesperados y la conformidad de los conformes,
y echo a andar sin más, y me encojo de hombros, sin risas y sin llantos, sin lo inútil,
llevando de la mano a este niño, silente compañero,
o soñándole a Dios el sueño de llevar de la mano a un niño,
antes de que deje de ser ángel,
para que pueda con el arcano de sus ojos
iluminarnos el jardín de la muerte.




(de "Memorial de un testigo", Madrid 1966)




Promocionando electrónicamente La Peregrina, entre tantas respuestas de confirmación, agradecimiento y "do not disturb me again", recibí un mensaje muy especial, escrito con forma humilde y con innato posiblemente inconsciente sentido de esta cualidad, en el que se me pedía como un favor si no me importaba incluir en la revista los versos de un tío suyo porque no le gustaba que la obra de ese poeta se olvidara. Los remitentes eran Rita Pérez Baquero y su tío y poeta Gastón Baquero: los dos, pues no creo en casualidades. Ignoro lo que vería en la revista y en mis propios garabatos esta portavoz del silente compañero, pero me alegraría que hubiese sido, sobre todo, respeto y sencillez. Me ha llevado días, no de pensar, sino de sentirme como a la espera de un modo de corresponder y satisfacer, con total regocijo de todo el equipo de la revista, la petición transmitida. De esa nube bajó este niño recién la madrugada del 29 de septiembre de 2002, y decidió por mí que él sería el primero en hablar y en ordenar la sucesión no aleatoria de sus versos para este tributo. Deseamos que, lo que por mí se expresa, no les defraude.


Baquero, Tauro por nacimiento y muerte en dos días diferentes de mayo, lo primero en Banes, Cuba, en 1918, y lo último en Madrid en 1997, casi a dos mitades exactas entre Cuba y España, pasó a ser universal desde el primer verso que escribió. La trascendencia del trasfondo y base de sus poemas se alza desde lo local-personal hacia el infinito, como preciso testimonio (¿del pez?) de que las palabras hacen imperecederos los labios que las pronunciaron, las manos que las pusieron en papel, la luz que las sacó de las tinieblas, y son la verdadera inmortalidad de la carne y el alma, de la figura y el genio, de la presencia y la ausencia.


Este poema que alguien, o algo, no sé cómo, me indicó que encabezaría el Tributo es muestra de muchas cosas. Respecto a su referente, Rainer María Rilke, del traspaso y vigencia de unos poetas en otros. Respecto a la cubanidad y de ambos el salto a la universalidad, de muchos rasgos. Es una característica mejicana de orden general el culto a los muertos, a La Muerte en sí a través de todas sus manifestaciones, incluso las más escabrosas y preferiblemente olvidables. En los cubanos este culto traspasa sobradamente las formas de la carne y se torna hacia lo incógnito con un humilde y respetuoso al mismo tiempo que familiar respeto: el alma, no tanto en su concepción católica como en la espiritual. El cubano, por lo general, no habla de almas, sino de espíritus. Tiene una inquietante e ignota certeza del destino: todo está dicho, todo está hecho, todo está establecido por alguien o algo que no nos ha dicho cómo será, pero lo que será será, e irremediablemente. Tal muestrario de cosas está expuesto en este poema inicial, al mismo tiempo que otra característica: una profunda fe. Es más creyente quien continuamente indaga, se cuestiona, pone en duda, mete el dedo en la llaga, e incluso niega, que aquel que cree en un dogma a rajatabla y ciegamente. Lo primero parte de dentro; lo segundo viene de fuera; y tal especulación no es sólo aplicable a credos religiosos sino también a los políticos (otra especie de religión, al fin y al cabo), y también a lo personal visceral: sólo la pasión aun en su efervescencia más ciega se salva de no ser sincera. Y tal vez por esa razón, este poema, que sobrepasa el nacimiento y sus orígenes y se establece en el centro de un misterio que nos abarca y nos absorbe, como cubanos y como humanos, ha querido servir de introducción al mundo subyugante de Gastón Baquero.





Variaciones antillanas sobre temas de Mallarmé




II
La casa en ruinas


Une rose dans les ténèbres


S. M.




Hoy he vuelto a la casa donde un día
mi infancia campesina conociera
el pavor y la extraña melodía
de encontrar otra vez lo que muriera.


Ya nada atemoriza, nada altera
el ritmo de la sangre. Aquí vivía
(cuando era mi vida primavera)
la que a los niños en dioses convertía.


Vacío el caserón, rotas las jarras
que las rosas colmaron de belleza,
en vano vine en busca de mí mismo:


todo es inútil ya, perdidas las amarras,
y vencedoras las ruinas, es la pobreza
la única rosa nacida en el abismo.






La imaginación, el poder del desdoblamiento, la propiedad de la traslación, son los atributos que convierten en dioses a los niños. De allí que detrás de un poeta se oculte, lata siempre un niño con cuerpo de adulto pero con toda su inocencia intacta, y es a la sabiduría intrínseca de ésta a la que pertenece la conciencia de la vida y de la muerte que el paso de la existencia va confirmando, no como conocimientos adquiridos en el viaje sino como una consolidación de las sospechas e intuiciones primigenias. El poeta cuenta con el gran privilegio de trasladarse hacia el pasado y el futuro, no tanto por insatisfacción del presente sino a modo de constatar de que por ese ahora transita toda una legión de misterios que tal vez nunca le sean develados y que le mueven a caminar en un sentido o en otro, o en ambos, o en otros muchos laterales, y posiblemente tarde mucho en comprender que lo único que le guía a ello es la curiosidad. No creo que un verdadero poeta aspire con obstinada vehemencia a otras cosas que no sean la confluencia de todos sus mundos internos y el armisticio de estos con el externo. En ello encuentra su verdad, compatible o no para el resto de los mortales





Breve viaje nocturno




Según la leyenda africana, el alma del durmiente va a la luna.




Mi madre no sabe que por la noche,
cuando ella mira mi cuerpo dormido
y sonríe feliz sintiéndome a su lado,
mi alma sale de mí, se va de viaje
guiada por elefantes blanquirrojos,
y toda la tierra queda abandonada,
y ya no pertenezco a la prisión del mundo,
pues llego hasta la luna, desciendo
en sus verdes ríos y en sus bosques de oro,
y pastoreo rebaños de tiernos elefantes,
y cabalgo los dóciles leopardos de la luna,
y me divierto en el teatro de los astros
contemplando a Júpiter danzar, reír a Hyleo.


Y mi madre no sabe que al otro día,
cuando toca en mi hombro y dulcemente llama,
yo no vengo del sueño: yo he regresado
pocos instantes antes, después de haber sido
el más feliz de los niños, y el viajero
que despaciosamente entra y sale del cielo,
cuando la madre llama y obedece el alma.


(1962



El hombre habla de sus vidas anteriores




Cuando yo era un pequeño pez,
cuando sólo conocía las aguas del hermoso mar,
y recordaba muy vagamente haber sido
un árbol de alcanfor en las riberas del Caroní,
yo era feliz.


Después, cuando mi destino me hizo
reaparecer encarnada en la lentitud de un leopardo,
viví unos claros años de vigor y de júbilo,
conocí los paisajes perfumados por la flor del abedul,
y era feliz.


Y todo el tiempo que fui
cabalgadura de un guerrero en Etiopía,
luego de haber sido el tierno bisabuelo de un albatros,
y de venir de muy lejos diciendo adiós a mi envoltura
de sierpe de cascabel,
yo era feliz.


Mas sólo cuando un día
desperté gimoteando bajo la piel de un niño,
comencé a recordar con dolor los perdidos paisajes,
lloraba por algunos perfumes de mi selva, y por el humo
de las maderas balsámicas del Indostán.
Y bajo la piel de humano
ya llevo tanto sufrido, y tanto y tanto,
que sólo espero pasar, y disolverme de nuevo,
para reaparecer como un pequeño pez,
como un árbol en las riberas del Caroní,
como un leopardo que sube al abedul,
o como el antepasado de una arrogante ave,
o como el apacible dormitar de la serpiente junto al río,
o como esto o como lo otro ¿o por qué no?,
como una cuerda de la guitarra donde alguien,
sea quien sea,
toca interminablemente una danza que alegra de igual modo
a la luna y al sol.


(1969)







¿Son los versos sinónimos de las voces que escuchan los locos? ¿Quién o quiénes están detrás de ambas manifestaciones de un misterio que no sabemos explicar ni razonar? La aplicación de la lógica se desliza por ellas con una esquivez oleaginosa, hasta que demente y poeta dejan de cuestionarse origen y razón y aceptan lo ineludible, lo inevitable: hay voces que les hablan al oído





Adhiambo




Gabriel Okara, NIGERIA




Oigo muchas voces,
como dicen que las oye un loco;
oigo hablar los árboles,
como dicen que los oye el hechicero.
Quizás sea yo un loco,
o sea un hechicero.


Acaso soy un loco,
porque las voces me están llamando,
me están urgiendo desde la noche,
desde la luna, desde el silencio de mi cuarto,
para que eche a andar y recorra a pie los mares del mundo.


Acaso soy un hechicero
que escucha a la savia conversar
y ve a través de los árboles:
un hechicero que ya ha perdido
sus poderes de invocación.


Pero las voces y los árboles
están llamando a alguien por su nombre;
una figura de mujer silenciosamente erguida
va y viene por la superficie de la luna,
recorriendo a pie los continentes y los mares.


Levanto hacia ella mi mano,
agarro mi corazón como un pañuelo,
y lo agito, lo agito, lo agito,
porque ella no quiere mirarme:
ella aparta sus ojos de mí,
y no me mira.




Y de seguro haber vivido tantas vidas, haber compartido el aire y el agua, el fuego y la tierra, con un "pez" como alter ego; ser temeroso al mismo tiempo que inquieto expectante de la trascendencia de la palabra "jamás", con su rechazo y su deseo del olvido y el recuerdo, de la presencia y la ausencia, del retorno y la aventura de un supuesto descanso que ignoramos y queremos imaginar, agota las exigencias del niño que traspasa la oscuridad de la infancia a través de mil tinieblas, penumbras y luces hasta tocar la punta de la estrella definitiva sin haber hallado respuesta a misterio alguno y seguir siendo portador, al cabo de tantas vidas, escombros y regocijos y la coherencia de una misma y continuada transfiguración, del testimonio de la inocencia.









Jamás, con ese final




Si tomas entre los dedos
la palabra amor,
y la contemplas de derecho a revés,
y de arriba abajo,
verás que está hecha de algodón,
de niebla,
y de dulzura.


Si después aprisionas
la palabra música,
sentirás entre tus dedos
el crujir de una frágil
lámina de arena.


Si cae entre tus manos
la palabra jamás,
la terrible palabra
que pone punto final a la pasión
y al destino,
sentirás que está lleno de infinito,
y que la serpiente inmóvil de la S
es un eslabón entre el fuego y la nieve,
entre el infierno y el cielo,
entre el amor y la música.


La palabra jamás con ese al final
no termina nunca;
rodea la tierra y salta luego,
perdiéndose en el océano
de las estrellas.






La risa



Sentados a los pies del profesor
preguntábamos: ¿y la eternidad?
Y el buen viejo nos miraba con enojo,
hasta que por fin decía, contemplándose las manos:
"La eternidad no ha sido definida, pues se necesita
una eternidad entera para que abarquemos
el concepto de la eternidad. ¿Habéis comprendido?"
Y nosotros, sentados a los pies del profesor,
nos reíamos tanto, reíamos con tan poco cansancio,
que nos llevaba una eternidad consumir la risa
producida por la definición exacta de la eternidad.


(1959)







Olvido




¡Cómo el olvido ha ido destruyendo
el mundo aquel que edificamos juntos!
¡Las abejas sonoras, los pastos, el estruendo
del río bramador acorralado, los difuntos
ecos del viento que partió gimiendo
con tu enorme cadáver, y ardió los juncos
con llama tan veloz que aún está ardiendo,
con ceniza tan cruel que aún están truncos!


Donde hubo razón de frescos vinos,
de panes floreciendo en la alborada,
de reluciente fruto mantenido


en remotos estrados cristalinos,
hoy sólo queda una sombra desgarrada
y tus restos luchando con mi olvido.








Soneto para no morirme




Escribiré un soneto que le oponga a mi muerte
un muro construido de tan recia manera,
que pasará lo débil y pasará lo fuerte
y quedará mi nombre igual que si viviera.


Como un niño que rueda de una alta escalera
descenderá mi cuerpo al seno de la muerte.
Mi cuerpo, no mi nombre: mi esencia verdadera
se incrustará en el muro de mi soneto fuerte...


De súbito comprendo que ni ahora ni luego
arrancaré mi nombre al merecido olvido.
Yo no podré librarle de las garras del fuego,


no podré levantarle del polvo en que ha caído.
No he de ser otra cosa que un sofocado ruego,
un soneto inservible y un muro destruido.







Retrato




Ese pobre señor, gordo y herido,
que lleva mariposas en los hombros
oculta tras la risa y el olvido
la pesadumbre de todos los escombros.


Él dice que lo tiene merecido
porque aceptó vivir, que no hay asombro
en flotar como un pez muerto y podrido
con la cruz del vivir sobre los hombros.


Cenizas esparcidas en la luna
quiere que sean las suyas cuando eleve
su máscara de hoy. No deja huellas.


Sólo quiere una cosa, sólo una:
descubrir el sendero que lo lleve
a hundirse para siempre en las estrellas.