Cubanas y cubanos: Gastón Baquero
PALABRAS SOBRE LA ARENA
A Baquero se lo consideraba un hombre con poder —en aquella Cuba, la jefatura de redacción del influyente Diario de la Marina casi equivalía a un ministerio— y lo llamaban ingeniero, aunque sospecho que pocos sabían de qué rama de la ingeniería había desertado al periodismo y la literatura. Como poeta y articulista —más como lo segundo que como lo primero— gozaba de gran prestigio. “Me gusta la prosa de ese reaccionario Gastón Baquero”, cuenta el periodista José Pardo Llada que llegó a decir el Che.
Baquero se fue de Cuba tan pronto como Fidel Castro llegó al poder. Recordemos que una de las primeras decisiones de la revolución relativas a la prensa fue clausurar el conservador Diario de la Marina. El poeta vino para España y en Madrid volví a verlo cuando yo comenzaba mi exilio, treinticinco años después de nuestro encuentro habanero. Sucedió en la Residencia de Estudiantes, una noche de poesía cubana en la que, presentados por el poeta gaditano José Ramón Ripoll, leímos poemas nuestros.
POESÍA COMPLETA, Verbum, 1998.
En 1944 se pone en circulación el primer número de Orígenes, revista que fue el punto de convergencia de una decena de poetas, ensayistas y narradores, cultos, brillantes, imaginativos, que compartieron la voluntad de estructurar una teleología de lo cubano mediante una singular intelección trascendente del paisaje, la historia y la cultura nacionales, una auténtica reinterpretación poética de nuestra identidad. A la formación católica, predominante entre los origenistas, atribuyo el hecho de que sublimaran, con una pasión de temblor místico, su minuciosa, obsesiva búsqueda de esa entelequia denominada lo cubano, que Cintio Vitier se encargó de congelar aristotélicamente en un elenco de categorías metafísicas que supuestamente definen lo que somos y presumiblemente condicionan cómo nos comportamos. A mí el origenismo, por lo que acabo de decir y por su tendencia al apartamiento y la endogamia intelectual, me pareció a veces más una secta, con renegados y cismas incluidos, que lo que en definitiva fue: un grupo de intelectuales idealistas impregnados de nacionalismo romántico y que, atrincherados en una concepción eticista de la historia, se aplicaron a la tarea de rescatar y preservar, en medio de los vaivenes de la mojiganga republicana, el Santo Grial de la cubanidad. Baquero figura entre los fundadores de Orígenes, y no creo equivocarme cuando digo que Orígenes ha seguido siendo, muy a pesar de Baquero —que fue un temprano y contumaz disidente del origenismo—, la referencia más clara de su poética. Lo considero el otro gran poeta del grupo, junto a Lezama y Eliseo Diego.
Baquero tuvo la necesidad, común a todos los origenistas, de reflexionar sobre la esencia y el destino de la poesía, de investigar —dicho con sus propias palabras— “en qué consiste por dentro el ser de la poesía”. Sus reflexiones al respecto descansan en su idealismo religioso. Su pensamiento está condicionado por su idea de Dios.
Poco antes de su deceso, sostuve con Baquero una larga conversación en la residencia de ancianos de la localidad madrileña de Alcobendas, donde estaba recluido y donde murió. Aquella mañana, uno de los temas de nuestra plática —la más larga que sostuvimos jamás— fue la concepción huidobriana del poeta como un pequeño dios. No obstante el para mí evidente paganismo del que Huidobro partía para concebir al poeta como un virtual sustituto o competidor de los dioses en lo que a poder de vaticinio y creación de realidades se refiere, Baquero se servía de esta idea, cristianizándola, para explicar que, como dice en uno de sus ensayos, “la poesía es la prolongación en el hombre de la imagen y semejanza de Dios, en cuanto creador”. En ese mismo texto (“La poesía como reconstrucción de los dioses y del mundo”) nos dice: “La poesía contemporánea, que comenzó por romper con Dios violentamente, que parecía no tener otro objetivo que el estético y cuando más el blasfemo y el irracional, no sabía que está haciendo con sus textos y con su lucha por encarnar dentro del ser real de la poesía un reino libre y autónomo, una labor religiosa”. Y añade: “Porque no otra cosa es la tarea que el poeta realiza cuando escribe el poema, aunque él pretenda estar haciendo ateísmo o aunque se presente como persona que nunca ha pensado en Dios. No importa. Dios no necesita ser pensado para existir, sino que se realiza en todo acto creador —y aun en la simple intención creadora—, aunque el acto tienda a ser contrario a Dios. Es muy del humor de Dios oponerse a Dios.” Recuerdo que en aquella conversación Baquero me dijo que, puesto que el acto de crear es síntoma incontrovertible de lo divino, los hombres estaríamos privados de crear si no fuésemos parte y todo al mismo tiempo de Dios, por lo cual Huidobro había acertado aunque en el substrato de su definición se percibiera un tufo de desafío blasfemo.
ENSAYOS, Pre-Textos, 1995.
Jean Cocteau era de los que piensan que la poesía es útil, pero confesó que él no sabía para qué sirve. Según el vitalista Neruda, la poesía es “lo que fue escrito con sangre para ser escuchado por la sangre”. El cartesiano Valéry, para quien “todo poeta verdadero es necesariamente un crítico de primer orden”, consideraba la poesía un infalible ejercicio de lucidez. Baquero, de raíz martiana, que cree en la utilidad y la necesidad de la poesía, y, como los griegos, en su poder vaticinador, nos dejará dicho —y ésta será su poética— que “La grandeza eminentemente social de la poesía, es decir, la grandeza de una comunicación y de una confesión profunda de lo humano, trascendiendo la peripecia visible y descubriendo las entrañas de lo que se aproxima —no otra cosa es la poesía—, ha vuelto a colocar a ésta en el sitial de máxima referencia y de supremo aprovechamiento. Hoy la poesía es útil de nuevo. Trae los avisos, las sentencias, las anticipaciones”.
La sabiduría poética de Baquero se manifiesta, ante todo, en el equilibrio que logra al integrar en la escritura el ver, el pensar y el sentir. Un amor inteligente, sobrio en su manera de exteriorizarse, por todas las cosas de este mundo que tanto atrajo su atención, ilumina su obra, en la cual, bajo el oficio de la palabra culta laten las devociones y las dudas de un hombre que vivió y pensó con honradez y que, en la zozobra que dan las lejanías, acarició, junto a una vocación universalista, una nostalgia caribeña y una devoción americana. ¿No es Baquero ese lector solitario y absorto de uno de sus grandes poemas, “ese lector que de pronto levanta la mirada, / y la deja perderse detrás de las montañas, / más allá de los cielos, / en busca de una tierra distante…"
TOMADO DE: http://diazmartinez.wordpress.com/2009/06/25/cubanas-y-cubanos-gaston-baquero/
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