El propósito que nos anima al crear este nuevo blog es mantener vivo en el recuerdo ese retazo de tierra taína que nos vio nacer: Banes, acercando a todos los Banenses a través de la evocación de imágenes y recuerdos. Es el sitio virtual idóneo para detenerse a conversar, como en los viejos tiempos, relatando anécdotas que nos lleven definitivamente al reencuentro con el pasado. Complementa nuestra exposición una iconografía banense, así como una galería de banenses ilustres.

martes, 17 de junio de 2014




 PÍO E. SERRANO
 
Gastón Baquero cumple 100 años

A Gastón Baquero el jazz no lo atraía
excesivamente. Sí sonreía cuando alguien le señalaba su
parecido con Charlie Parker. Como “The Bird”, el poeta
sabía convocar a las estrellas. No le gustaba, sin embargo,
la poesía afrocubana de Guillén; como Langston Hughes,
la consideraba excesiva y denigratoria. Sí disfrutaba de la
poesía africana y a él le debemos espléndidas traducciones
de Senghor y Gabriel Okara, entre
otros, para “exaltar la belleza y la
sensibilidad de una poesía que
muestra a la perfección la conmovedora
y magnífica espiritualidad
del hombre negro”.
De sus preferencias musicales
quedó en su casa de La Habana
una magnífica discoteca clásica. En
un rincón privilegiado, “el mozartino
”, reposaban los álbumes con
la obra integral del genio de
Salzburgo. Pero Baquero (Banes,
Cuba, 4 de mayo de 1914 - Madrid,
15 de mayo de 1997), siempre
sorprendente, era también un
apasionado de la comida cubana.
“Vénganse a comer, don Pío y doña
Aurora –decía Baquero con el
hiperbólico tratamiento que solo la
gracia criolla sabe administrar–, el
arroz con quimbombó que he
preparado”. Y reía, complacido, por
haber dado en Madrid con el
humilde vegetal meloso de la cocina
cubana. Reía con la transparencia del niño. Reía con la
sencillez de un inocente. Y continuaba sonriendo –y
sorprendiendo– al mostrar sus mágicas invenciones en las
que ponía a bailar un improbable rigodón a Manolita Sáenz
con Garibaldi o a Oscar Wilde dictándole a Toulouse-Lautrec
una imposible receta de un coctel tomada de Sarah Bernard.
En definitiva, repetía Baquero, tanto miente o es veraz el
poeta notario, apegado a la realidad, como el poeta
imaginativo y fabulador. Ambos responden a la necesidad
de guerrear contra el caos de la existencia, a la voluntad de
representación mediante la palabra.
Igualmente sorprendía Baquero al referirse a la
llamada generación origenista. “En rigor, no hay tal
generación de Orígenes”, repetía y señalaba, con razón, que
no había nada más heterogéneo que el desfile de obras de
cada uno de los presuntos miembros de la generación. El
mismo, desde el reflexivo y versicular Palabras escritas en
la arena por un inocente (1941) propone y comparte con el
lector un hechizo, una revelación. Nada de las enigmáticas
propuestas lezamianas ni de su barroquismo. Lo que no
impedía en Baquero el profundo respeto que sentía por
Lezama Lima: “a quien yo llamaba [1936], sin la menor
ironía, Maestro, como lo sigo llamando 50 años después”.
Tampoco dejó de sorprendernos Baquero, cuando
desde su temprano exilio –alejado de la soberbia
ampulosidad y gravedad de sus primeros espléndidos
poemas– instala en su escritura un encantado espejo que lo
devuelve en una lúdica e inesperada lucidez expresiva, en
la que la fantasía, el humor y el sueño se dan la mano de las
alusiones culturales más atinadas, de la sutil ironía y de un
leve escepticismo que se aúnan para recobrar con fruición
una memoria reinvencionada. Bastaría releer: ¨Marcel Proust
pasea en barca por la bahía de
Corinto¨o esa deliciosa humorada
¨Charada para Lydia Cabrera¨.
Poemas en los que Baquero se
despoja de una severidad anterior
para entregarse al gozo de la
palabra que libremente fabula y
viste la realidad de un nuevo
esplendor. Al poeta boliviano
Pedro Shimose le correspondió
recoger por primera vez este
asombroso cuerpo poético en
Magias e invenciones (1984). Y
hacia Baquero fluyó la
admiración de las nuevas voces
de la poesía española, desde
Francisco Brines a Luis Antonio
de Villena.
Lejos de cultivar el
desencanto y el resentimiento,
Baquero no dejó de fustigar al
régimen totalitario impuesto en la
isla, ni de repetir, con Milosz,
“rechazo la doctrina que se
adjudica el derecho a justificar los
crímenes cometidos en su nombre”; mientras, sus poemas
continuaban inscribiéndose en el encantamiento del
lenguaje.
Por otra parte, el forzado transtierro no lo ocultó,
el silencio hostil que borró su nombre hizo crecer un vacío
que los jóvenes poetas de la isla quisieron llenar
peregrinando a su casa madrileña para escuchar al
innominado, para rescatar al secuestrado. Con todo, Gastón
Baquero se ha convertido en el más influyente poeta de las
nuevas generaciones cubanas.
En su centenario Baquero continúa sonriendo y
sorprendiendo. Cada nueva lectura suya es un acto
fundacional. Y aunque presumía, desde un profundo sentido
del pudor, de su invisibilidad, lo cierto es que, Gastón
Baquero ha entrado en el reino de la Historia.•

Pío E. Serrano (Cuba, 1944), escritor y ensayista, dirige
la editorial Verbum, en Madrid. Tiene varios libros de
poemas publicados.

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