El propósito que nos anima al crear este nuevo blog es mantener vivo en el recuerdo ese retazo de tierra taína que nos vio nacer: Banes, acercando a todos los Banenses a través de la evocación de imágenes y recuerdos. Es el sitio virtual idóneo para detenerse a conversar, como en los viejos tiempos, relatando anécdotas que nos lleven definitivamente al reencuentro con el pasado. Complementa nuestra exposición una iconografía banense, así como una galería de banenses ilustres.

sábado, 25 de diciembre de 2010

MIS POEMAS EN GRAFOSCOPIO

RENE DAYRE ABELLA: POEMAS

RETRATO DEL OTRO


Ese hombre de la mirada adusta
que ensaya sin lograr una sonrisa
delante de un espejo.

Ese sujeto torpe que enreda sus pisadas
entre libros y juguetes al descuido
que revuelve las piedras arañando la tierra
y dialoga con árboles y ríos
desandando caminos.

Ese loco que increpa a la montaña,
al cielo, a las estrellas en la noche.
Que llama al sol su amigo.

Ese infeliz que sufre de delirio
puede ¿por qué dudarlo?
tratarse de mí mismo.


PAR DELICATESSE J´AI PERDU MA VIE


Oisive jeunesse à tout asservie
Par délicatesse j’ai perdu ma vie…
Arthur Rimbaud


Muero cuando aún no termino mi máscara
y mi parteniere se cansó de bailar.

Muero de sorpresa cuando me invento viajes a lo ignoto
y el tiempo se alza ante mis ojos como una nube
ocultándome lo adorable.

Muero de rabia en el momento menos oportuno.

De todos modos termino mi poema
con una frase lapidaria:
“Por delicadeza he perdido mi vida”.


DESTIERROS

Yo tuve una casa y un patio.
Un ocuje, un quebracho y también un limonero.
Yo tuve un hermano pequeño con quien jugar
y unos padres tan viejos que parecían abuelos.

Un día nos arrastraron a vivir a una ciudad.
Nos llevaron a vivir a una casita pegada a otra casita y a otra casita más
sin patio y sin ocujes.
Apenas una mata de higuereta
para jugar bajo su sombra a las canicas.

Creciendo entre libros y papeles
se me ocurrió aprender el arte de las letras.
Que me enseñaran cómo escribir poemas.

Me fui a La Habana a estudiar Licenciatura
y me enviaron al campo a ordeñar vacas
por aquello de estar " parametrado ".

Un día infeliz. Una mañana
me llevaron a un cuartico improvisado
en un " complejo de hormigón ".

Techo y paredes de " hormigón "
y un tipo con alma de " hormigón "
me espetó justo a la cara:
"no cabes en el país. ¡Vas a largarte! ".

A la distancia de los años me pregunto:
"¿tuvo ese tipo alguna vez una casa y un patio,
un ocuje, un quebracho , un limonero,
un hermano con quien jugar y unos padres tan viejos
que al mirarlos los confundían a veces con abuelos ? "

SOLITUDE IV

A Ivette Marie, por si un día le asalta la soledad.

En aquel viejo templo
Sostenido apenas por cariátides que se desmoronan
Y los espectros deambulan con los ojos y los labios calcinados,
Te descubro espiándome desde un rincón.
Oh, tú, mi antigua compañera.
Y te unes al desfile espectral,
Para luego desvanecerte en la nada,
Y regresar rediviva en las notas lánguidas de un adagio.


UN POEMA PARA ÁNGEL


Te sueño en medio de una plaza
de las que pintaba De Chirico.

Te envuelves en laxitud y te dejas llevar
desdibujándote lentamente
delante de mis ojos.

Al final sólo me queda tu sonrisa
y la inmensa vacuidad de aquella plaza.


PEQUEÑA ODA A LA SOLEDAD

A Miguel Ángel Mondragón Ruíz,
quien se propuso acompañar mi soledad.

¡Oh, soledad que me acompañas
en este samsara interminable!

Persiguiendo cualquier grieta o vacío de mi yo.

De pie frente a mí.
Poblando de fantasmas
las cuatro esquinas de mi casa.

Soledad amiga de la noche y del silencio.

De los grandes espacios.

Amarga cicuta. Preludio ineludible de mi agonía.

Te paseas con tu olor a muerte
sobre el rostro de los agonizantes.

Oh, soledad que me acosas
espiándome desde dentro.
Aplastándome con el peso de una lápida.

Imposible evitar lo inevitable.

Te veo venir casi desnuda
provocando una ola de estupor en mis entrañas.

Tómame de la mano y llévame contigo.
Ayúdame a cruzar sin miedo
la delgada frontera de lo desconocido .


SUEÑOS

A Lucevan vagh Owen Berg, hermano en la poesía.

Anoche me soñé pez
muriendo a pedacitos.
Luego soñé la luna
escondida en una caja de zapatos.


Una fila de hormigas movía una araña.
-¡Niño, no te manches la ropa, ni los zapatos blancos ¡- .


Quise soñarme hombre y me soñé poeta,
un infeliz que sueña
escondiéndose siempre de la Muerte.


RENÉ DAYRE ABELLA (Banes, Oriente, Cuba, 1945). Poeta y narrador. Estudió en el antiguo Instituto Pedagógico Manuel Ascunce Domenech.  Mientras se desempeñaba como profesor, fue promotor cultural.  Integró la Columna Juvenil de Escritores y Artistas de Oriente, donde dio a conocer sus primeros intentos literarios. Una muestra de su poética aparece en la Muestra de la Poesía del Siglo Veintiuno de la Sociedad Prometeo de Poesía, de Madrid, España. Es miembro de la Red Mundial de Escritores en Español, REMES, de la Sociedad Peruana de Poetas y de la Sociedad Internacional de Poetas (W.P.S.) con sede en Atenas, Grecia, así como de la Sociedad de Escritores Latinoamericanos y Europeos (SELAE) con sede en Milán, Italia. Desde el año 2004 forma parte de la Redacción de Linden Lane Magazine, el tabloide literario fundado por los poetas Belkis Cuza Malé y Heberto Padilla en New Jersey, en el año 1982, y que se ha vuelto el decano de la prensa literaria cubana exiliada. Colabora con revistas literarias digitales e impresas de Cuba, República Dominicana, Argentina, Venezuela, Perú, España y los Estados Unidos. Mantiene inéditos los poemarios: Poesía Repartida, Poeta en la luna de Cuba, Alvenix, un ángel, y Golpes en la Pared.
Su libro de relatos testimoniales Banes: La piel de la memoria, se encuentra en proceso de edición. Desde el año 1980 reside en California, Estados Unidos.

Un breve poema para Paco

miércoles, 15 de diciembre de 2010

BANES, PRESENCIA REDIVIVA. (POEMA)


"La tierra te duele,
la tierra te da
en medio del alma
si no la ves más"....
Fragmento de la canción " Mi Tierra"
Autor: Estéfano.

BANES, PRESENCIA REDIVIVA.

Eres un punto diminuto
en la geografía de un país.

El ala negra de un totí.

Un vuelo de zunzunes
persiguiendo bijiritas.

Eres la sombra de un ocuje
y el sabor agridulce del marañón.

Eres el río Reventón
y el Charco de las Putas.

La vieja ceiba de la calle Mulas,
La Piedra del Pescuezo y el Monte Lamusén.

Eres la voz negra de un conjuro.
Los tres kilos prietos de un bilongo.

Eres Yemayá. Eres mi ancestro.
El caudal impetuoso de la sangre
que rompe mis arterias.

Eres la sobriedad de un viejo mueble
en la casa de Isolina.

Eres mi infancia desteñida
muriendo poco a poco.

Eres la ancianidad ennoblecida de mis padres.
La calidez de una sonrisa de mi hermano.

Eres Alfredo, Carlín, Pedro Quiñones,
amigos entrañables, solidarios.

Eres la nada existencial.

Eres la poesía mordiéndome los huesos,
despedazando el alma.

 ¡Eres Otto, Charles, Mario Peña,
diciendo sus poemas entre lágrimas!

Eres la voz acuciante de Francisco Mir gritando:
“No quiero las flores negras!".

Eres una noche de tertulia
en la casa de Pepito.

Eres el flagelo de un estigma
impuesto gratuito
que me llevó a vivir
casi a escondidas.

Eres una imagen desprendida del recuerdo
que hoy se puso a morir en el silencio.

Eres todo eso y eres más.
Eres la presencia rediviva de la tierra.
Un grito que enmudece entre mis huesos.
Eres la Patria en mí. Eres yo mismo

© René Dayre Abella

martes, 14 de diciembre de 2010














René Dayre Abella

Poeta y narrador cubano. (Banes, 1945)
Realizó sus primeros estudios en su localidad y luego los continuó en el antiguo Instituto Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, en Topes de Collantes, Sancti Spiritus, en el centro del país.
Fue promotor cultural mientras ejercía la docencia.
De joven integró la Columna Juvenil de Escritores y Artistas de Oriente, donde dio a conocer sus primeros intentos literarios.
El Diccionario de Escritores Holguineros recoge su ficha biográfica. Una muestra de su poética aparece en la Muestra de la Poesía del Siglo Veintiuno de la Sociedad Prometeo de Poesía, de Madrid, España.
Es miembro de la Red Mundial de Escritores en Español, REMES, de la Sociedad Peruana de Poetas y de la Sociedad Internacional de Poetas (W.P.S.) con sede en Atenas, Grecia, así como de la Sociedad de Escritores Latinoamericanos y Europeos (SELAE) con sede en Milán, Italia. Desde el año 2004 forma parte de la Redacción de Linden Lane Magazine, el tabloide literario fundado por los poetas Belkis Cuza Malé y Heberto Padilla en New Jersey, en el año 1982, y que se ha vuelto el decano de la prensa literaria cubana exiliada.
Colabora con revistas literarias digitales e impresas de Cuba, República Dominicana, Argentina, Venezuela, Perú, España y los Estados Unidos. Mantiene inéditos los poemarios: Poesía Repartida, Poeta en la luna de Cuba, Alvenix, un ángel, y Golpes en la Pared.
Su libro de relatos testimoniales Banes: La Piel de la Memoria, se encuentra en proceso de edición. Desde el año 1980 reside en California, Estados Unidos.

MENSAJE ESCRITO SOBRE UNA POST CARD

¿Me reconoces?

Me nombran Art, Ringo o Rudy ...
El nombre no importa como tampoco importa mi nacionalidad .

Soy el niño que salió a caminar una noche
atraído por las luces de la gran ciudad
y se perdió en ella .

Sufrí hambre, frío , abandono ...
y un " piadoso hombre de dios " ,
un falso cura o un inescrupuloso maestro de escuela
me tomó de la mano arrinconándome en el lugar más oscuro
y me violó .

El resto es historia conocida.
Robo para comer y cuando no me drogo
para olvidar el hambre.

¿De veras no me reconoces?
Mira atento dentro de mis ojos.
Soy la simiente que dejaste una noche de ebriedad
en las entrañas vírgenes de una niña, que como yo,
caminaba perdida entre las luces de la gran ciudad.

René Dayre Abella

P.-S.
* El poema me lo inspiró el dibujo " Corazón roto de un niño " del joven artista Alvenix ( Miguel Ángel Mondragón Ruíz) quien reside en Tultitlán, México.
Este artículo tiene © del autor
y no se puede utilizar sin su expreso consentimiento.



Miguel Ángel Mondragón Ruíz
Nací en Zumpango, Estado de México, México, en la fecha 6 de agosto de 1985.
Cursé los estudios primarios y preuniversitarios en el mismo estado.
En la actualidad, soy Laboratorista Quimico y me aficiono al dibujo desde pequeño.
Además de colaborar con M.C.H envío regularmente mis modestos trabajos a "Taborri Press" y "La Peregrina Magazine".
Me apasionan el cine, las artes plasticas y la literatura en particular.


domingo, 12 de diciembre de 2010

MIS POEMAS EN [MUNDO CULTURAL HISPANO] Les nouveautés depuis le 28 de noviembre de 2010

Selección de poemas de René Dayre Abella USA

 Abril es siempre cruel


  
April is the cruelest month ...
    -T.S. Eliot-
Abril es odioso.
Pone a soñar a los poetas.
Alborota a los púberes
y derrama perfumes.

En el trópico apabulla a los viejos
echándoles a perder la vida a más de uno.

No olvida a los lirios y los hace parir flores
que luego se marchitan al sol.

Inspira casi siempre a los escribidores
largas apologías de lo cursi.

Taimado y cruel abril propicia siempre despedidas
que muy pronto se vuelven definitivas.

T.S. Eliot siempre tuvo la razón
abril es el mes más cruel del año.


A SABINES
 Al mayor de los amorosos, Don Jaime Sabines.
Dinos, Poeta, con una nueva voz prestada por el viento
en una noche de tormenta,
con la furia de los grandes aguaceros,
y el estrépito sonoro de un largo trueno,
qué rayos se esconde tras la muerte.
Cuéntanos en ese estilo coloquial, tan tuyo,
alguna nueva anécdota de la tía Chofi
o del mayor Sabines.
Con unas manos nuevas hechas de lluvia
escribe para nosotros otra vez,
un largo y monumental poema.
¡Lo esperamos, Poeta!
¡Lo esperaremos siempre!

APOLOGIA DE LA LOCURA
Tu Silla, y tus Zapatos, Van Gogh,
me comunican laceria y abandono.
El derroche de amarillo en tus cuadros me seduce,
y me lleva a recorrer contigo las estrechas calles de Arlés.
Cómo deploro ese encuentro tuyo con Gaugin.
Y ese arrebato que te llevó a mutilarte un lóbulo
—que no una oreja –
me consterna.
¡Pobre Vincent cubriendo con su soledad
las paredes desnudas de un burdel!
Me aventuro a creer que compartiste con Gaugin la misma puta.
Aquella tal Rachel, que aceptó horrorizada como un regalo tu lóbulo,
envuelto en un pañuelo.
Y que pegaste un grito
cuando el amigo desleal se quiso largar a Tahití,
a pintar nativas robustas y tetudas.
¡Así es la vida, amigo! ¡Así es la vida!
Pero,
quién te iba a decir entonces,
que poco más de un siglo después,
un grupo de chicos españoles posmodernos
revivieran el mítico incidente
nombrándose a sí mismos para tu gloria:
“ La Oreja de Van Gogh “.

BALADA PARA UN SUICIDA
 A Raúl, bailando entre silencios.

Hay palabras que acribillan el aire
y nos caen al fondo como pedradas.
La noticia de tu muerte, por ejemplo,
me dejó sin aliento.

¿Cómo está eso que te fuiste a bailar tu último acto
sin antes avisarnos?

¡Qué delgada es la línea que corta en dos, de cuajo,
los reinos del soy y del ya no soy definitivo!
Todavía te sueño ataviado como Nijinski
haciendo giros en la escena.

Y en uno de esos saltos empinados
te adentraste en ese mundo silencioso
arrastrando torres y canciones.

Tú y tus prisas, Raúl.
¿Acaso se te hizo tan difícil escribir por ejemplo:
“Me voy al Paraíso. Ya regreso”?


CANCIÓN DEL VIEJO ROPERO
 A mamá, si viviera.
Junto a las enaguas dobladas sobre un estante
mi madre también doblaba su juventud marchita
hasta que su galán, mi padre,
la desposara después de haber cumplido los cuarenta.
Aquel viejo ropero
atesoraba recuerdos de juventud ,
las fotos en sepia de sus mejores amigas.
Las corbatas de mi padre.
Los pomos gigantes de Colonia 1800.
y hasta un viejo sombrero.
Luego vendrían las cosas más pequeñas;
una caja llenita de botones.
Un gallito de plástico con quien jugaba mi hermano
y mis primeros textos escolares.
En el cajón del medio, asomaban en fila los cosméticos;
colorete Tres Flores, un frasco de crema Hinds para sus manos
y un pote de crema para embadurnarse el rostro por las noches,
con la vaga esperanza de retener un poco de juventud.

Este artículo tiene © del autor
y no se puede utilizar sin su expreso consentimiento.





René Dayre Abella
[Image] Poeta y narrador cubano. (Banes, 1945) Realizó sus primeros estudios en su localidad y luego los continuó en el antiguo Instituto Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, en Topes de Collantes, Sancti Spiritus, en el centro del país. Fue promotor cultural mientras ejercía la docencia. De joven integró la Columna Juvenil de Escritores y Artistas de Oriente, donde dio a conocer sus primeros intentos literarios. El Diccionario de Escritores Holguineros recoge su ficha biográfica. Una muestra de su poética aparece en la Muestra de la Poesía del Siglo Veintiuno de la Sociedad Prometeo de Poesía, de Madrid, España. Es miembro de la Red Mundial de Escritores en Español, REMES, de la Sociedad Peruana de Poetas y de la Sociedad Internacional de Poetas (W.P.S.) con sede en Atenas, Grecia, así como de la Sociedad de Escritores Latinoamericanos y Europeos (SELAE) con sede en Milán, Italia. Desde el año 2004 forma parte de la Redacción de Linden Lane Magazine, el tabloide literario fundado por los poetas Belkis Cuza Malé y Heberto Padilla en New Jersey, en el año 1982, y que se ha vuelto el decano de la prensa literaria cubana exiliada. Colabora con revistas literarias digitales e (...)
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miércoles, 8 de diciembre de 2010

ALBERTO LAURO: VIVIR EN LA CASA DE LEZAMA LIMA

Tener una casa es tener un estilo para combatir el tiempo. J.L.L.

En dos ocasiones fui huésped en la casa de Lezama Lima. Su viuda, María Luisa Bautista Treviño conocía a mi familia paterna. Lo descubrimos cuando el Padre Gaztelu nos presentó. En La Habana se llamaba María Luisa Bautista, para las familias holguineras era simplemente “Cachita”. Su madre, María Treviño, fue una misionera cuáquera mexicana que llegó a Cuba con diecinueve años por el puerto de Gibara, el 14 de noviembre de 1900. Allí fundó el Colegio “Los Amigos”. Cuando en 1902 Estrada Palma arriba a la Isla desde su destierro, ya investido como Presidente de la naciente República de Cuba, desembarca por la bahía de Gibara –por ese mismo lugar había salido al exilio-, y la joven maestra religiosa, junto a la población de la localidad, con su coro de niños, lo recibe. Un año después fundaría el mismo colegio en Banes, se casaría con don Elpidio Bautista y tendrían a Joaquín, Andrea y Cachita. Al cabo de los años la hija de la misionera, profesora de literatura y amiga de Eloísa Lezama Lima, terminará casándose con Lezama (el 5 de diciembre en 1964), a quien admira y cuya obra conoce bien, petición que le hizo doña Rosa Lima en su lecho de muerte. Para doña Rosa, María Luisa era como una hija y no quería que Lezama quedara desamparado. Las hijas verdaderas, Eloísa y Rosita, ya se habían marchado al exilio.
A Trocadero 162 se mudaron los Lezama Lima en 1929, cuando el escritor tenía diecinueve años. Antes habían vivido muy cerca de allí, en una inmensa casona en el Paseo del Prado No. 9, que Lezama recrea en las primeras páginas de Paradiso. Diez años antes, en 1909, había muerto el Coronel Lezama, en Fort Barranca, Pensacola, y la viuda y sus huérfanos se trasladan con sus mueves a otra casa más modesta.
En 1977 me fui de Holguín a estudiar a La Habana. Vivía en una enorme mansión en el exclusivo barrio de El Laguito, en el Country Club. Apenas conocía a nadie en la capital salvo a un compañero de estudios y al Padre Gaztelu. Él fue quien me presentó a Cachita y como yo asistía a la misa dominical del mediodía de la parroquia del Espíritu Santo, conocí allí a sus allegados. En dos ocasiones, por falta de monaguillo, me tocó ayudarle en los oficios dedicados a Lezama cuando se cumplían aniversarios de su muerte. Fue así como de pronto formé parte del círculo íntimo de amigos del autor de Muerte de Narciso.
Pero en una ocasión, habiendo regresado ya a Holguín y de visita en La Habana, el Padre Gaztelu me invitó a alojarme en su iglesia cuando el techo de la parte destinada a vivienda se derrumbó, a consecuencia de un fuerte aguacero. Fue entonces cuando pidió a María Luisa, a quien todo el mundo llamaba por su nombre y yo en público, que me hospedara. Y ella accedió con gusto. Ya sabía que era nieto de su amigo de adolescencia, Aurelio Pino, juez de Holguín y Cañadón, un poblado del término de Banes, en la carretera hacia la playa de Guardalavaca.
La casa de Lezama permanecía como él la había vivido. En la primera ocasión me alojé allí cinco días y apenas dormí, poseído como estaba por el hechizo del lugar, consciente del privilegio que representaba para cualquier aspirante a escritor estar en el “templo de la imagen”. Todo estaba imantado por la energía de aquel alquimista de palabras que la habitara. Allí, más que imaginarlo, lo veía como si estuviera vivo, oficiando sus vigilias, fabulando, hechizado como un gurú en su cripta. Demiurgo en su pequeño cuarto, al que llamaban sus familiares la “Gruta de Delfos”. Siempre escribiendo a mano con una caligrafía muy peculiar.Yo no había cumplido veinte años y ya me fascinaba su mundo, aunque apenas lo entendiera. Sin embargo, leía embrujado por la música de sus palabras y me dejaba llevar por lo que Gaztelu había definido como “una rauda cetrería de metáforas”.
Pintada la fachada con un gris ensombrecido por el hollín, cubierta de polvo, se accede a la casa por una entrada custodiada por dos columnas semisalomónicas. Los enormes muebles apenas dejaban espacio en una sala que reducían aún más, presidida por el enorme retrato del Coronel Lezama en traje de gala y empuñando un sable. Además, enmarcados se veían los retratos de Góngora, Mallarmé y Martí. Las paredes despintadas estaban cubiertas de cuadros, algunos adquiridos por Lezama y otros rescatados de la colección de su hermana Eloísa y su cuñado Orlando. Entre los lienzos, recuerdo a Los novios de Arístides Fernández; Retrato de Eloísa, pintado por Mario Carreño, otro de Lezama realizado por Arche; unos gallos de Mariano; un dibujo de Lozano representando a un hombre desnudo y algunas esculturas suyas de pequeño formato como un pez y un San Francisco; El Coche Musical, de Cleva Solís; un óleo inconcluso de una mujer vestida de rojo, de Víctor Manuel; un galleguito que había cortejado a una pariente de Lezama, pintado por Cundo Bermúdez y, entre los más jóvenes, sin espacio donde colgarlos, varios grabados de Antonio Saura, Umberto Peña y unas piezas de Martínez Pedro, Clara Morera y Sandú Darié.
Todas las habitaciones estaban llenas de estanterías con filas dobles de libros, algunos muy valiosos, como el firmado por Martí. Otros exhibían la firma de autores contemporáneos: Octavio Paz, Wallace Stevens, Vargas Llosa, Juan Goytisolo... En total más de diez mil volúmenes y casi ninguno de obras teatrales.
Había mesas repletas de pirámides de papeles en donde se mezclaban cajas que contenían tabacos, llaves, lápices, plumas, aerosoles contra el asma, botones, abridores de cartas, estilográficas, bolígrafos con la tinta seca, carreteles de hilos, agujas, tarjetas de visitas y cientos de cartas sin clasificar, escritas por Juan Ramón Jiménez, María Zambrano, Adolfo Salazar, Julián Orbón, Cernuda, Zenobia Camprubí, Carlos Fuentes, Vicente Aleixandre, Octavio Paz, Valente, Cortázar, y muchos autores cubanos. Por supuesto, también de los poetas de Orígenes, Loló de la Torriente, Eugenio Florit, Lydia Cabrera y una lista interminable. Los resquicios que quedaban libres lo ocupaban estatuillas, ceniceros, pequeñas tallas, miniaturas, piezas en jade de Buda y de Lao Tsé, un dragón de marfil tallado que tenía un bola en la boca y era como un sonajero, piezas de decoración, chinas, indias, tibetanas, caracoles, monedas... Todo ello, en un abigarramiento al que se sumaba la humedad de las paredes y un olor a gas de la calle que hacía la atmósfera irrespirable. Me preguntaba cómo había podido Lezama vivir allí tantos años con su obesidad, el asma, la disnea y la depresión en la que se sumió desde la separación de sus hermanas y, luego, el juicio contra Heberto Padilla.
Lezama escribía en una pequeña habitación que daba a un cuartito de desahogo. Contigua quedaba la cocina donde atesoraba cientos de cuadernos de recetas, muchas apuntadas a manos, aunque no supiera ni hacerse un café. En el pequeño cuarto del final, con su cama de adolescente, era donde yo dormía. En éste y en la habitación principal había unos mastodónticos armarios repletos de ropa del escritor y la de doña Rosa. Cuando la casa fue definitivamente intervenida por el Estado no se sabe a dónde todo esto fue a parar.
No tenían televisión. Sólo una vieja radio por donde escuchaban a veces música clásica en CMBF y emisoras internacionales, entre ellas Radio Nacional de España, Radio Francia Internacional y muy bajo, para que los vecinos - que de día les hacían la vida imposible con ruidos y la basura que arrojaban al patio central- no los oyeran, La Voz de los Estados Unidos de América y su programa “Cita con Cuba”.
A Cachita le pedí que me dejara ayudarle a organizar un poco durante los días que me iba a quedar allí. Y accedió. Lo primero que hice fue, en el primer patio interior, donde no había ni una sola planta, montar numerosas tendederas con cordeles y colgar de ellos, como si fuera ropa lavada, los cuadernos manuscritos de Paradiso, totalmente humedecidos y algunos enmohecidos. Ella ni siquiera se imaginaba en el estado en que estaban. El primer capítulo lo mecanografió Antonia Soler, los otros Cachita y la vecina de enfrente, la simpática Emilia. De noche, me ponía a revisar, a hurgar, a leer. No dormía. Salvo “secar” la novela, casi nada se podía hacer. Cuando el padre Gaztelu vino a recogerme para ir a tomar el té con las hermanas de la pintora Amelia Peláez y le respondí que prefería quedarme haciendo lo que había comenzado, le oí decir algo que repetía hasta el cansancio: “En este país tenemos que ser émulos de Job”.
En otro de mis viajes a La Habana, Cachita me regaló el primer libro de ensayos de Lezama, Analectas del reloj, dedicado de su puño y letra por el autor a su madre. Me lo ofreció con la foto del día en que se casó, en que aparecen Cintio Vitier y Fina y Bella García Marrúz, Eliseo Diego, Octavio Smith que fue el notario de la boda, los esposos Fernández de Castro, Alejo Carpentier y su esposa Lilia Esteban, Agustín Pí y las hermanas Peláez, entre otros. También me regaló unas plumas, un cenicero que es un cisne con un baño de plata, varios abrecartas y algunas corbatas de Lezama que quedaban, pues casi todas se las había regalado a Umberto Peña, que las utilizó en sus Trapices. Me dio también una foto de Lezama en todo ese ambiente, reinando como un monarca en un océano de papeles, realizada por Chinolope. Cosas que aún conservo. Cuando le conté a Cintio y a Fina lo generosa que era conmigo Cachita, se quedaron demudados. Ellos querían tener un recuerdo de Lezama. Fue entonces que les regalé el marcador que usó mientras estuvo en el hospital y leía El arpa y la sombra, de Alejo Carpentier y un libro de poemas de Cristina Peri Rossi, que le envió Julio Cortázar. Yo me negaba a aceptar aquellos objetos pero Cachita me obligaba diciéndome que ella estaba enferma del corazón, que moriría en cualquier momento y que no estaba segura de que alguien quisiera conservarlos luego. No los considero como propiedad sino como un simple depositario
A Cachita le ayudó en la clasificación del legado otro joven que admiraba a Lezama, Roberto Pérez León. El empeño quedó a medias porque Roberto apenas tenía tiempo libre debido a sus estudios y poco después ella falleció, no sin antes haberle prometido el entonces Ministro de Cultura, Armando Hart, conservar tal cual la vivienda y hacer una Casa-Museo. Estuvo cerrada durante años, hasta que después de litigios, gestiones desagradables e incomprensibles, la llave le fue entregada, con el aval de los Vitier, a Emilio de Armas quien junto a su esposa de entonces, Lourdes Marrero, se mudaron allí con la tarea de hacer un inventario exhaustivo y habitarla. Como yo había sido padrino de la boda de ambos y conocía perfectamente el lugar, vine con ellos a pasar unas semanas en la casa y, por puro azar, me vi durmiendo, de nuevo, en la cama del Lezama adolescente. Lourdes hizo su tarea en folios con el membrete del Museo de la Ciudad, que yo archivé cuando organicé los fondos documentales del Archivo de la Oficina del Historiador de la Ciudad, con una lista completa de objetos, libros y cuadros que encontró. Ya para esa fecha faltaban muchas piezas y libros.
Con nuestros poemas, una noche Emilio y yo le hicimos un homenaje a Lezama delante de la mascarilla de su rostro y sus manos, pintados con un barniz verdoso muy desagradable pues parecía putrefacto. Al principio me daba pavor pasar de madrugada, a oscuras, cerca de ella. Después la compasión me hizo vencer el miedo. Como había mucho incienso de rosas –Cachita era cuáquera, rosacruz, ocultista y bautista, leía lo mismo La Biblia que a Madame Blavatski o Krhisnamurti-, lo encendimos junto a unos cirios. Cuando Lourdes limpió la casa tuvo que echar montones de basura y hasta en las gavetas de los muebles de la sala encontraba objetos inútiles mezclados con cenizas de tabaco.
A finales de 1970, Lezama se había encerrado prácticamente en la casa. Allí se protegía del acoso de las autoridades y de los que le enviaban anónimos y le llamaban por teléfono a altas horas de la noche para amenazarle, insultarle y darle noticias de falsas muertes de personas queridas por él. Hasta de día tenía que tener las luces encendidas porque en su casa nunca daba el sol. En diciembre era una nevera y en agosto un infierno. No tenía ventiladores. El suelo de la sala poco a poco se hundía y el del baño también. De día los gritos de los vecinos eran insoportables y de noche los pleitos impedían dormir.
Durante la limpieza de Lourdes recuerdo que rompí unas planillas de la Embajada de los Estados Unidos a medio llenar. Aunque Lezama no se fue de Cuba, creo que en sus horas de desolación estuvo tentado a hacerlo. El pasaporte lo destruimos Emilio y yo. Antes de irme de Cuba, cuando aún vivía Nélida, la criada que sustituyó a Balduvina y que heredó la propiedad de la parcela en el Cementerio de Colón, y con su aprobación, reparé y pinté con unos albañiles amigos que pagué en dólares –estaban prohibidos en esa fecha-, el panteón de la familia Lezama Lima: estaba rajado y el agua de la lluvia se le colaba dentro.

Ahora recuerdo cuando Cachita me decía que si quería que la policía se enterara de algo, bastaba con llamarla y decírselo por teléfono. Una vez hicimos la prueba. Ella me llamaría a Holguín y me diría que haría una reunión muy importante donde habría extranjeros, a la que yo no debía asistir. Tenía que contestarle que le traería carne de res de contrabando, y le debía precisar el día y la hora en que llegaría a su casa. Pusimos el plan marcha y cuando venía doblando por Prado para coger Trocadero, dos policías se bajaron de un coche de patrulla, me detuvieron y registraron todo lo que llevaba. Buscaban la prueba del delito. Lo que encontraron fue una caja llena de guanábanas y anones de los árboles del patio de mi abuela. Cuando se lo conté, Cachita con una infinita tristeza en sus ojos desgastados, me dijo: “Te lo advertí. ¿Tenía razón o no?”